*Andrés Manuel no respeta al pueblo, lo odia
Por Luis Repper Jaramillo*
Clasemedieros, fifís, delincuentes de cuello blanco, aspiracionistas, chayoteros, neoliberales, conservadores, “están con la Transformación de 4ª o contra la Transformación de 4ª”. Mafia del poder, mafia de la información, traidores a la patria (abogados) y decenas de epítetos más han sido utilizados por Andrés Manuel López Obrador, desde sus periplos como candidato presidencial durante 18 años, ya como jefe del ejecutivo (Palacio Nacional) continúa denostando, insultando, agrediendo verbalmente a quienes no piensan como él, a quienes no toleramos sus ocurrencia y decisiones tomadas en las rodillas.
Todos los sectores de la sociedad han sido injuriados desde el púlpito del Monólogo de su Soberbia, en discursos, “chacaleos”, teewters, etc. por rencor, odio, clasismo, incapacidad, arrogancia.
El odio es parte consustancial de su persona que engendró, desde sus aspiraciones presidenciales, como parte de su estrategia para polarizar y confrontar a la sociedad. Ahora, desde Palacio Nacional. Pero… es su ADN, pues cuando en su natal Tabasco, en 1994 con el PRD, compitió por la gubernatura ante el priista Roberto Madrazo Pintado, contienda que perdió, enconó y dividió a los tabasqueño acusando robo, fraude, proceso corrupto, que le ganó simpatías, liderazgo (por opositor) y encumbramiento como el mesías de Macuspana.
Andrés Manuel utiliza la inquina en su provecho, practica la máxima popular “divide y vencerás”, que practicó durante 18 años de campañas políticas, que le suma adeptos –por hartazgo a los gobiernos del PRI y del PAN-; su magistral manejo mediático y la victimización (que hasta la fecha explota) que hace gala exhibiéndose como perdedor de comicios utilizando el fraude, robo, trampas de la autoridad electoral y gobierno federal en turno para impedir la llegada de la izquierda (siendo priista por convicción) al poder.
Ese lloriqueo enfermizo por fin le dio triunfo. Fue en 2018 cuando más de 30 millones de crédulos chairos, amlovers, pejezombies, aduladores, adoradores, simpatizantes y “pagados”, le dieron “el gane” en las urnas, legítima, legal e irrefutablemente, para llegar a la Silla del Águila. Habrá que reconocer su tenacidad, tozudez, necedad para esperar pacientemente 18 años y lograr su venganza: ganarle al PRI y al PAN, “por el placer de llegar”, no para servir al pueblo, sino para servirse del pueblo.
Una vez en Palacio Nacional escupe todo su odio, rencor, agresividad, contra todo y contra todos, incluso versus mandatarios extranjeros, menos, desde luego, sus gurús, guías, senseis, comunistoides e izquierdosos Chávez, Maduro, Ortega, Morales, Fidel y Raúl Castro, Díaz- Canel. No se diga, y lo padecemos, a la sociedad mexicana, a quien tilda de aspiracionistas, desleal, ingrata.
De inmediato surge la pregunta, ¿Por qué odia López Obrador a la gente?, desde luego no a su parentela, primer círculo de amigos, a “los pobres” (a quien más ha dañado), sencillo: porque los paupérrimos le dan votos, aunque luego los traiciona, enviando a la clase media (aspiracionista) al tercer nivel del estrato social (pobreza). Es tal su bajeza que no le importa las críticas, señalamientos, acusaciones, exhibiciones, etc. de su incapacidad para gobernar, inutilidad para encarar los problemas, asesinar (con dolo) y omisión a mexicanos: niños con cáncer, enfermos de COVID, pacientes diabéticos, coronarios, hepáticos, etc. conculcando el suministro de medicamentos, tratamientos, quimios, atención especializada, calidad del servicio, hospitales desaseados, obsoletos, insalubres y más.
Para comprender su nefasta y criminal actitud, retomo parte del Estudio “El resentimiento de los trastornos de la personalidad”, de Ernesto Quiroga Romero, especialista del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, de la Universidad de Almería, España, quien detalla… y lo comparo con el comportamiento de Andrés Manuel, en funciones de inquilino de Palacio Nacional.
“El resentimiento, dice Quiroga, está de actualidad en la Psicología de la Salud con el concepto del Síndrome AHI (Agresión-Hostilidad-Ira), como factor de riesgo para diversos trastornos físicos, especialmente cardiovasculares (recuérdese que AMLO en 2013 fue sometido a cirugía cardiaca, ante la evidencia de infarto de miocardio. Cirugía coronaria, con resultado exitoso al destaparle una arteria coronaria). En la Psicología Clínica la situación es distinta, sobre todo en su corriente cognitivo-conductual, donde se contempla a la agresividad debida al odio, o resentimiento, como característica clave de los trastornos psicopatológicos. La agresividad debida al odio o resentimiento, consiste en indignación irresuelta y en su posterior dinámica defensiva. La persona resentida vive en un mundo de engaños para no sentirse indignada, o para expresar su odio con agresiones encubiertas para sí misma y para los demás. Esta agresividad debida al odio puede llegar a conformar un estilo interpersonal que marque su vida según la forma de alguno de los trastornos de personalidad de Millon, que da cuenta al resentimiento como característica clave de ellos”, concluye Ernesto Quiroga.
Si analizamos y recordamos las acciones, palabrerías, insultos, denostaciones de López Obrador a lo largo de su historial político, desde niño con el escenario del hermano asesinado, o el pelotazo de béisbol que le lanzó a “su amigo” golpeado en la nuca, dejándolo parapléjico, su actitud de incendiar pozos petroleros en su natal Tabasco, los bloqueos de carreteras, avenidas, calles, plantones, etc. en varias ciudades y la capital del país, podemos comprender mejor la descripción del Trastorno de Personalidad que ha acompañado al Peje a lo largo de su vida… y que hoy padecemos más de 129 millones de mexicanos.
¿Qué es el odio? Buscando la respuesta más popular puedo describirlo como “el sentimiento de repulsa hacia alguien o algo que provoca deseo de rechazo o eliminación que genera disgusto”
Más aún, en psicología los profesionales lo interpretan como “sentimiento profundo y duradero, expresión interna de animosidad, ira, hostilidad hacia una persona, grupo o sociedad (Hitler, Mussolini, Fidel y Raúl Castro, Daniel Ortega, Pol Pot, Pinochet, Francisco Franco, Hugo Chávez, Nicolás Madero, Idi Amín Dada, AMLO). Es una actitud o disposición, NO ES ESTADO EMOCIONAL temporal”
Quien odia, no es feliz, se asume víctima, lleno de amargura en su ser, egoísta, imposibilitado de entenderse con uno mismo, menos con los demás.
El efecto de odio lo hace ser, Andrés, irascible, irracional. Las consecuencias físicas de este trastorno son aumento del ritmo cardiaco (por eso ordenó instalar dentro de Palacio Nacional un quirófano de última generación), de la presión sanguínea, de los niveles de adrenalina y noradrenalina.
En el aspecto psicológico, dicen los especialistas, nuestro personaje es triste (¿cuándo lo han visto reír con desenfado, alegría, por gusto, nunca, ¿verdad?), y atormentado. Por ello constantemente se altera su humor. El psicoterapeuta Ramón Oria, asegura que el infeliz tiene distorsionados sus objetivos, es gente amargada sin motivo aparente.
Para quienes, de sus chairos, “floreros”, amlovers, pejezombies, aduladores, adoradores, simpatizantes, botts, no aceptan que López Obrador odia a los mexicanos, les suavizo el término, para que no se sientan agredidos: su mesías es castroso, enfadoso, iracundo, colérico, irascible, furico, rabioso, y lo refleja, una día sí y otro también en resentimientos (el pasado, los conservadores, los neoliberales, fifís, mafia de la información, delincuentes de cuello blanco, mafia del poder, Clasemedieros, hipócritas, etc.) e irritabilidad.
Andrés Manuel lo ha demostrado infinidad de veces, sobre todo cuando alguien lo encara y exhibe sus mentiras, ocurrencias, equivocaciones, yerros, torpezas (Jorge Ramos, Lilly Téllez, Ricardo Rocha, Carlos Loret de Mola, Víctor Trujillo, López Dóriga, Ricardo Rocha, Ricardo Alemán, Raymundo Riva Palacio, y decenas más) cree, asume que es capaz, pero cuando le val mal (casi siempre), no es culpa suya, atribuye sus fracasos a terceras personas, al pasado que lo atormenta, a Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, a Salinas de Gortari, a los empresarios, comerciantes, abogados, a las organizaciones civiles; él jamás se equivoca –esa es su corta visión de la realidad-, aunque los mexicanos estemos padeciendo la ineficiencia, incapacidad, corrupción, impunidad, nepotismo del gobierno fallido de la Transformación de 4ª (léase Andrés Manuel López Obrador).
El Peje vive en su mundo ideal, en el que sus pocas neuronas le dicen que existe, no en el real. Como lo describen sus biógrafos en Tabasco “Andrés Manuel, vive en su mundo ideal, no en el real”.
Su odio lo trae en las venas, desde su infancia, éste es permanente, no temporal, como dicen los expertos en la psique.
*Miembro de los Grupos Editoriales Digitales algrano.mx, entresemana.mx, metropolihoy.com, infórmate.com.mx, pasaporteinformativo.mx, gustavorenteria.mx