Los diputados siempre han estado a prueba ante las iniciativas y las embestidas del Poder Ejecutivo.
La naturaleza de la relación entre poderes es de una permanente tensión política.
En torno a las propuestas del Ejecutivo, se espera que haya debate parlamentario, confrontación de percepciones políticas, competencia democrática para imponerse mediante argumentos y razones.
Los más avezados en las arenas parlamentarias, de las rebatingas entre poderes, sacan raja para beneficios inconfesables.
En la separación de poderes, lo más dramático viene cuando las tensiones políticas son desplazadas por las tentaciones autoritarias de los titulares omnímodos del Poder Ejecutivo.
Mientras más autocrático el régimen, más simple es la prueba que deben aprobar los diputados: sólo se les exige sumisión total. Cero correcciones a los proyectos enviados por el Ejecutivo, ni una coma, ni una palabra, es más, se espera el silencio absoluto como preludio a una aprobación unánime.
Eso reafirma que, el valor alto de la confrontación política proviene de regímenes donde suponemos un nivel aceptable de pluralidad ideológica. Se espera que el diputado actúe como parte de una facción y en la excepción de los casos, que se conduzca conforme a principios y valores que antepongan el interés de las mayorías. Al menos que haga valer su capacidad de discernimiento durante los debates parlamentarios.
Entonces, en la pluralidad, las pruebas adquieren una importancia individual, el diputado se encuentra frente al espejo, frente a sí mismo, frente a sus escrúpulos.
En México 2021-2014, los diputados siguen a prueba.
Los diputados presentarán el examen con un ingrediente coyuntural singular: existe una legitimidad popular que se confunde con una orden tajante de concentración del poder político.
La legitimidad popular se confunde con persecución judicial del que opina diferente. Y por esta ruta, se continúa con la demolición de la confianza en un sistema democrático que acabe con la impunidad y brinde seguridad y justicia a los ciudadanos.
En esta coyuntura, los partidos políticos aparecen difusos, sus alianzas confunden a la población y tienen sumidos en el marasmo a sus cuadros políticos.
Se supone que, cuando no tienen antecedentes que manchen su honor político, los diputados puestos a prueba están situados frente a sus propias convicciones cívicas, éticas y políticas.
En esta coyuntura 2021-2024, el sentido del voto de conciencia cobrará significado, sobre todo, porque, con antecedentes judicializables, los diputados serán silenciados. Y los más o menos presentables serán combatidos desde el mediático Palacio del Predicador.