Por Pablo Basáñez García
Con la presentación del proyecto de Presupuesto de Egresos para el ejercicio 2022, realizada el pasado 8 de septiembre, de acuerdo con lo dispuesto por el Artículo 74 de la Constitución, por el Secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O., mismo que deberá quedar debidamente aprobado a más tardar el 15 de noviembre de este año, inicia una amplia discusión, cabildeo y exposición pública sobre el rumbo que el Gobierno Federal prevé para el país.
Sin duda, el presupuesto constituye no solo el principal componente de la política económica del régimen, sino también denota sus prioridades y proyectos. Lo que no existe en el presupuesto, simplemente no existe o bien, se queda en el umbral de las buenas intenciones y propósitos.
Pero, ¿qué plantea este instrumento en materia de promoción a la coordinación metropolitana y a los proyectos que desde las zonas metropolitanas de México requieren financiamiento?
Desde el año 2006 este instrumento consideró asignar recursos a las zonas metropolitanas del país. Se trataba de reconocer que las conurbaciones requerían recursos especiales para contar con una visión integral y por supuesto de largo alcance, valorando el fenómeno metropolitano como tal y sus implicaciones en procesos concurrentes que esas zonas les implican.
Los Fondos metropolitanos se establecieron como recursos destinados, prioritariamente, al desarrollo de estudios, programas, proyectos, acciones y obras públicas de infraestructura y equipamiento, para impulsar la competitividad económica y las capacidades productivas de las Zonas Metropolitanas; coadyuvar en su viabilidad y mitigar su vulnerabilidad o riesgos por fenómenos naturales, ambientales y los propiciados por la dinámica demográfica y económica; y que incentiven la consolidación urbana y el aprovechamiento óptimo de las ventajas competitivas de funcionamiento regional, urbano y económico del espacio territorial de las Zonas Metropolitanas.
En su arranque, sólo se consideró a la Zona Metropolitana del Valle de México. Fue hasta el año 2008 que se asignaron recursos a 7 zonas y en 2009 a 16 de las zonas metropolitanas del país. Dichos recursos, con un comportamiento francamente errático, pasaron de 3,550 MDP en 2008, hasta alcanzar 10,400 MDP en 2016, para luego caer significativamente hasta cerrar el 2019 con 3,300 millones de pesos.
El interés por acceder a estos recursos motivo que muchas conurbaciones gestionaran su reconocimiento como zona metropolitana y de ahí, llegar a las actuales 74 zonas metropolitanas del país.
La extinción de fondos y fideicomisos aplicada por el Gobierno Federal tuvo su repercusión en los proyectos metropolitanos. Es de resaltar que los recursos del Fondo Metropolitano permitieron financiar no sólo proyectos de infraestructura, sino también dar forma a importantes instrumentos de planeación metropolitana en el Valle de México, por ejemplo, el Programa de Ordenación de la Zona Metropolitana del Valle de México, realizado por la UNAM, a través del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad y que se actualizaba cada 5 años.
En este escenario, se impulsó como alternativa el Programa de Mejoramiento Urbano (PMU), a cargo de las SEDATU. Dicho Programa contó con una asignación de 8,189 mdp en 2021 y para el PEF 2022 contempla 4,180 MDP. Con estos recursos se ha beneficiado directamente a comunidades con alto nivel de rezago y marginación urbana con programas de infraestructura social y rescate de espacios públicos, así como promoción de vivienda.
El PMU considera en una de sus vertientes a la Planeación Urbana, Metropolitana y Ordenamiento Territorial (PUMOT), siendo su población objetivo los territorios de las ciudades de 15,000 habitantes y más, contempladas dentro del Sistema Urbano Nacional. El PUMOT se enfoca en el financiamiento de planes y programas de desarrollo urbano municipales, estatales o regionales/ metropolitanos.
Salta a la vista a insuficiencia de recursos para lograr una visión transversal y de futuro de nuestras grandes ciudades. Esperemos que la discusión legislativa, cuya facultad exclusiva se encuentra en la Cámara de Diputados, dote de nuevos mecanismos de financiamiento a los proyectos de las grandes urbes mexicanas y genere por supuesto, esquemas creativos para el acceso a recursos
Las ciudades son el corazón de la cultura contemporánea y el principal motor de las economías globales. Motivan la competitividad, impulsan la innovación y generan mejores condiciones de productividad para atraer empresas y detonar nuevos negocios. Su expansión como centros sociales y económicos seguirá consolidándose durante los próximos años. La Organización de las Naciones Unidas estima que, para el año 2030, más de 5 mil millones de personas vivirán en alguna ciudad.
El impulso a nuestras ciudades no debe entonces quedar en las buenas intenciones. El desarrollo regional y metropolitano debe ser prioridad nacional. De ser así, lo veremos traducido en el Presupuesto; su inclusión incipiente, será un mensaje…