La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo ha publicado recientemente un informe que ofrece “una perspectiva desapasionada”, tal y como explican sus autores, sobre las ventajas y desventajas del gas de esquisto y su método de extracción: la fracturación hidráulica, conocida en inglés como “fracking”.
La lucha contra el cambio climático exige, como asunto de estrategia urgente, “que todos los países abandonen la quema de combustibles fósiles, incluido el gas de esquisto”, asegura el secretario general de la Conferencia, Mukhisa Kituyi.
“La visión de las Naciones Unidas es la de alentar la implantación de las energías renovables”, asegura Alexandra Laurent, especialista de la Conferencia, que recuerda que el 80% de la energía mundial se basa en los combustibles fósiles.
Por ese motivo y, “dado que se necesita la energía para acabar con la pobreza e impulsar el desarrollo”, en opinión del organismo, “los Estados que poseen gas de esquisto deben comprender las ventajas y desventajas sobre el mismo a la hora de decidir sus políticas energéticas”.
“A los países que van a invertir en gas de esquisto, recomiendo que se fijen en los obstáculos”, subraya Laurent. Según el mencionado informe de las Naciones Unidas, el gas natural debe contribuir a una transición paulatina del actual modelo económico “hacia uno con bajas emisiones” con el fin de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el año 2030; en especial, el referido a garantizar el acceso universal a electricidad asequible.
Fracking
Ese puente que supone el gas natural entre una economía y otra se basa principalmente en que sus emisiones son un 40% más bajas que otros combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón, matizan desde el organismo. Además, el fracking ofrece la ventaja de que puede ser almacenado y usarse cuando la demanda energética lo exija y no pueda cubrirse mediante energías renovables.
Sin embargo, entre las desventajas figura el hecho de que el gas natural es también un combustible fósil y, por lo tanto, emite dióxido de carbono cuando se quema. Además, uno de sus principales componentes, el metano, posee un potencial de calentamiento 28 veces mayor que el del dióxido de carbono.
“En la actualidad, se estima que una tonelada de metano en la atmósfera equivale a veinte toneladas de dióxido de carbono”, indica Laurent, que destaca la necesidad no sólo de controlarlo, sino de limitarlo.
En 2016, las concentraciones de metano en la atmósfera alcanzaron un récord de 1.853 partes por millón, un 257% más que en la era preindustrial, según la Organización Meteorológica Mundial.
Por todo ello, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo señala que las inversiones en el sector del gas “no deberían realizarse a expensas del despliegue de energías renovables y estrategias de eficiencia energética”.
Situación
La situación se complica, además, con respecto al gas de esquisto y la fracturación hidráulica utilizada para su método de extracción. “Las grandes cantidades de agua utilizadas para la fracturación han elevado la preocupación, así como los riesgos de contaminación de las aguas subterráneas y superficiales que generan las operaciones para su extracción”, señala el informe. También debe tenerse en cuenta, apuntan los autores, la actividad sísmica que plantea esta extracción.
Según la agencia de la energía de los Estados Unidos, las reservas mundiales de gas de esquisto se elevaban a alrededor de 215.000 millones de metros cúbicos en 2015, lo que equivale a 60 años de consumo.
La mitad de esas reservas se sitúan en Argelia, Argentina, Canadá, China y Estados Unidos. Este último país es el principal productor de gas de esquisto, con un 87% de la producción total mundial. También es el principal productor de gas natural desde julio de 2017.
Fuente: ABC,