Este verano buscaba un tema interesante para leer y disfrutar cuando me topé con la famosa e increíble Inteligencia Artificial (IA), tan de moda entre la inteligencia humana contemporánea. En realidad no tenía idea de dónde me estaba metiendo, lo cual me fascinó.
Resulta que el tema es increíblemente rico y hay de todo y para todos, inteligentes o no. Pienso escribir algunos artículos relacionados con el tema, ya que es verdaderamente extenso. Imposible de cubrir en su totalidad, me atrevería a decir. Haré especial énfasis en su relación con la política y la Ciencia Política.
Es imposible de cubrir en su totalidad porque se trata de inteligencia no humana, pero inteligencia, al final de cuentas. Me imagino que si uno se propone tratar de entender todo lo relacionado con la inteligencia humana, definitivamente uno se aventura a quedarse por el resto de su vida tratando de entender su esencia y su desenvolvimiento. La inteligencia, humana o no, se mete en todos lados, a toda hora y se desarrolla constantemente. Puede haber un punto de partida, pero jamás un punto de llegada determinado y consensuado. Entiéndase por jamás el periodo de tiempo transcurrido mientras exista el ser humano.
Pues lo mismo sucede con la Inteligencia Artificial. Uno puede más o menos determinar la fecha del comienzo de su desarrollo científico, misma que fue precedida por su origen de corte ficcional, pero difícilmente uno podrá entender todo en su conjunto y menos aún determinar su fin y su final. Su fin porque en realidad ni los científicos más avanzados en la materia saben a ciencia cierta cuál es su fin u objetivo, de ese tamaño el reto. Se sabe qué es, pero no para qué es desde un punto de vista existencialista. Algo parecido a tratar de determinar el objetivo de los humanos en este minúsculo pedazo de roca flotante en el sistema solar. Sin saber, ni controlar, ni imaginar su final porque la IA, así como la existencia misma de dios, va más allá del último humano en el universo. Ya hablaremos de la relación tan interesante entre dios y la IA…
También descubrí que si verdaderamente quiero entender lo que sucede en el mundo de la realidad IA, sería muy útil hablar, leer y escribir alemán, japonés y chino, además de dos o tres lenguajes de programación, obviamente. Hablo, leo y escribo francés, inglés y español, y me defiendo en los albures, pero eso de ninguna manera es suficiente. También he de tener y mantener una mente completamente abierta en el proceso de tratar de entender la IA. Esto es, hay que contar con una mente dispuesta a descubrir las respuestas a las preguntas concebidas en otro tipo de inteligencia, así como una mente decidida a adaptar y dirigir las respuestas propias a las incisivas y curiosas preguntas de una inteligencia no humana, completamente ajena a la esencia humana, pero profunda y superiormente racionales. Tanto la inteligencia humana como la artificial están destinadas a comunicarse, a manejar lenguajes en común y, maravillosa pero desgraciada y simultáneamente, a ser devorada la una por la otra, independientemente de quién creó a quién.
Hace varios años cursé en la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York, una materia en el doctorado de Ciencia Política titulada Conceptual Foundations of Rational Choice, con el buen y fascinante Jon Elster. Aprendí mucho de la materia y del profesor Elster, pero algo que se quedó conmigo para siempre fue un diagrama que utilizamos para discutir si una acción podría ser o no considerada como racional.
En realidad el diagrama es muy sencillo y, por lo tanto, poderoso en el exigente mundo de las ideas útiles. Primero se tiene un individuo o institución que tienen una preferencia, misma que es dada en el tiempo. Esto es, la preferencia no puede cambiar mientras dura el ejercicio. El objetivo es lograr que dicha preferencia se convierta en una acción racional, con el objetivo de minimizar las probabilidades de fallar en la consecución de la preferencia. Por ejemplo, mi preferencia es escribir un artículo sobre Inteligencia Artificial de tal manera que la mayor parte del mundo interesado en el tema lo pueda entender. Entonces, ¿qué debo hacer para que la acción de escribir el artículo sea exitosa y una buena parte de las mentes que lo lean, lo entiendan? O sea, ¿cómo sabré que mi artículo fue escrito de una manera racional en función de mis preferencias?
El paso siguiente, una vez definida la preferencia, es consultar con la evidencia o información suficientes como para poder tomar una decisión al respecto. No puedo incluir toda la información que me halle, no obstante consultaré toda la información posible. Lo que hago es ir descartando o aceptando X o Y informaciones conforme las proceso a través de mi creencia sobre la posibilidad de éxito de mi acción, siempre en función de mi preferencia. Esto es, empiezo a consultar artículos sobre IA que no sean profundamente técnicos, en idiomas que yo maneje bien; checo estilos de artículos ingeniosamente escritos y que utilicen un lenguaje entendible por la mayor parte de la población objetivo; escojo las ideas y palabras claves para desarrollar mi planteamiento de manera clara y entendible; escojo los mejores estilos de escritura que utilicen anclas mentales ingeniosas para que el lector, lectora y lectore empiecen a utilizar mis palabras como referencia primaria a la hora de cotorrear con los demás sobre IA, etc.
Pero ¿qué es lo que mi creencia (sobre la efectividad de la acción que planeo llevar a cabo) en realidad hace para separar la información relevante de la intrascendente? Pues muy fácil: en alguna parte de mi cerebro se encuentra almacenado mi Mass Belief System (Sistema de Creencias de Masas). Y esta es la parte divertida del asunto. Dependiendo de mi Mass Belief System (MBS), mi creencia sobre la efectividad de la acción que pretendo tomar será A% o B% o C%. Mi MBS está conformada por lo que piensan y cómo actúan mis compañerites de vida y el ámbito institucional, político, económico, religioso, social y cultural en el que mi propia vida se desarrolla. Por ejemplo, si a mi padre lo fusilaron en caliente por expresar sus ideas en un régimen totalitario, de buey escribo este artículo. Si la religión en donde vivo es bastante tolerante con los pensamientos divergentes, no tendré mucho problema en escribir lo que piense sobre la relación entre dios y la IA. Si mi educación, sobre todo la básica, fue exageradamente deficiente, nunca se me va a ocurrir escribir nada sobre IA. Si dedico el 25% o más del día a consultar las redes sociales, lo más seguro es que escriba puras burradas sobre IA. Y así por el estilo… En función de mi MBS escogeré la información o evidencia relevantes para escribir un artículo que todas las mentes interesadas en el apasionante tema de IA puedan leer y, lo más importante, entender.
Finalmente, en mi mente aparecerán una o varias opciones sobre las acciones a tomar en base a la información o evidencia disponibles (A%, B% y C%, por plantearlo de algún modo), en teoría escogeré el porcentaje más alto como acción a tomar. En nuestro ejemplo, después de consultar la evidencia o información disponibles y de procesarlas a través de mis creencias sobre la efectividad de la acción a tomar, utilizando a mi MBS como principal referencia en el proceso de decisión… pues llego a la conclusión que la opción de escribir este artículo basado en la racionalidad metodológica es superior en % sobre las otras dos opciones: la racionalidad militar y la racionalidad que usa a Mickey Mouse como individuo fuertemente cargado por preferencias más o menos entendibles, ya que, por increíble que suene, Mickey es un ratón y no un ser humano. Mi MBS jugó un papel importantísimo en el proceso de decisión sobre las opciones, ya que de una u otra manera opté por quedarme con las mentes que prefieren un sólido e ilustrado comienzo en el planteamiento inicial (metodológico, científico light), que con las mentes que prefieren ver a la IA como una herramienta de guerra o sobre las mentes que se les dificultan distinguir ratones ficticios de seres humanos.
Probablemente mi admiración por Jon Elster y su enfoque metodológico, así como mi animadversión al Ratón Miguelito desde que era adolescente después de un viaje a Cuba tuvieron mucho que ver, al igual de mi descubrimiento en el doctorado en Columbia que toda guerra, sin excepción, es irracional en función de sus resultados, no obstante el comienzo de las guerras pueden ser perfectamente racionales, así de complicado el asunto. Las experiencias anteriores, que formaron parte esencial del MBS que habita mi mente, definitivamente tuvieron que ver en el resultado final de la acción que decidí emprender, en función de mi preferencia, obviamente.
Este diagrama lo he utilizado en el 90% de mis cursos universitarios, en la parte introductoria, independientemente si éstos son de Economía o de Ciencia Política, que son los territorios donde me siento cómodo en mi actividad docente ya con un posgrado decente en la mano. También me fue útil para guiar de manera racional y exitosa uno que otro divorcio que se me ha atravesado en la vida. La racionalidad es un lenguaje, más que una receta de cocina para que al chef le sepa a gloria su sopa de cebolla con hongos de la campagne, sin chocochongos.
¿Cómo le haría la IA para escribir el presente artículo? Pues sería muchísimo más fácil para la susodicha escribirlo, de entrada. Un programa avanzado de primera generación escogería la información o evidencia relevantes en una micro fracción de segundo (en unos 100 idiomas y sus variantes, para empezar). Utilizaría una cantidad meta tremenda de experiencias almacenadas en su memoria (su propia MBS) y haría cálculos perfectos sobre A%, B%, C%, D%, E%… ZZZZ% esto es, sobre las probabilidades de que alguna opción de artículo logre interesar a determinado segmento del universo lector. Es más, sería capaz de redactar miles de artículos en diferentes idiomas, en un par de minutos, basados en la idiosincrasia intelectual, religiosa, cultural, social y política de su población objetivo en cada país, nación o región en cuestión. Y no creo que la IA se viese en la penosa y humana necesidad de recurrir a palabras ancla como “albures”, “cotorrear”, “buey”, “burradas” o “chocochongos” para clavarse de manera poco elegante en la mente de su lector. Ciertamente, un programa o computadora de la primera generación avanzada de IA no desperdicia ni tiempo, ni recursos en un divorcio.
¿Qué aprendimos hoy?
La racionalidad es el lenguaje de comunicación por excelencia entre la inteligencia humana y la Inteligencia Artificial. La IA está diseñada para manipular a la inteligencia humana. Crear dependencia es una manera bastante eficiente de manipular al de enfrente. Próximos artículos, tentativamente: IA, conceptos básicos; IA y la irracionalidad humana; IA y la democracia; IA y el razonamiento político corrupto; IA y la cinematografía; IA y el concepto de felicidad; IA y dios; IA y la desaparición del futuro; IA y la academia. ¡No se los pierdan, amigos!