Debemos tener en cuenta que una segunda luna en órbita alrededor de la Tierra nos afectará dependiendo de qué tan masiva sea y qué tan lejos se encuentre.
El efecto más obvio sería que se alterarían las mareas oceánicas. Estas alcanzan a ser más pequeñas o más altas, así como pueden ocurrir más de dos mareas altas por día. Si la influencia gravitacional de una segunda luna fuera extrema, generaría mareas oceánicas fenomenalmente enormes (de hasta un kilómetro de altura) resultando también en frecuentes tsunamis. Además, conllevaría a una mayor actividad volcánica y terremotos. De forma que con dos lunas tendremos mareas que afectarán ciudades como Nueva York, Londres, Tokio.
Por otro lado, si no hubiera luna, el efecto más inmediato (aparte de la falta de luz de luna, por supuesto) sería igual de notorio en las mareas de la Tierra. Con solo la influencia gravitacional del Sol, la diferencia entre las mareas altas y bajas se reduciría drásticamente, así como el arrastre de las mareas, que ralentiza la Tierra a una velocidad que agrega aproximadamente 0.002 segundos a la duración de un día cada siglo. A largo plazo, los efectos serían mucho más graves.
El clima de la Tierra depende sensiblemente de la inclinación de 23,5° del eje de la Tierra, y sin la presencia estabilizadora de nuestra Luna relativamente grande, la gravedad de los otros planetas produciría grandes cambios en este ángulo, como ocurre con Marte, cuya inclinación cambia en 60° durante unos pocos millones de años.