Días posteriores a los resultados electorales, en los que Morena y el movimiento de la 4T perdieron lugares en el Congreso y alcaldías en la Ciudad de México bajo su administración, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha venido criticando a las clases medias mexicanas, acusándolas de “aspiracionistas”. Para él, quienes estudian grados superiores son difíciles de convencer, además de considerarlos clasistas y racistas.
Lo que ocurrió el seis de junio no fue el resultado del bombardeo mediático que el presidente dijo haber influenciado a la población, cuando si alguien tiene exposición diaria inédita es él, la realidad es que se niega a aceptar que son estas clases medias informadas, críticas, las que castigan a su movimiento por los malos resultados a lo largo de estos tres años.
Poblaciones clave como los jóvenes con estudios universitarios demostraron su descontento en estos últimos comicios, aunado a otras poblaciones dentro de estas clases medias que siguen sin ver resultados claros. Pareciera poco oportuno que el presidente critique a este sector, al que dicho sea de paso ya no pertenece, cuando en 2018 representaron entre el 35 y 40 porciento de sus votantes.
El asunto es que las clases medias son difíciles incluso de definir, hay diversas conceptualizaciones y parámetros con los que se les busca distinguir, como el nivel educativo, poder adquisitivo, pero más interesante aún, es la misma percepción que el mexicano tiene de si mismo frente al resto de la población. De acuerdo con una encuesta realizada por De las Heras Demotecnia, el 60% de los participantes consideró ser de la clase media.
Más allá de encuestas, parámetros e indicadores, aquí lo que verdaderamente preocupa en la crítica del presidente es el menosprecio a la movilidad social incentivada por sus aspiraciones. Bajo su entender, quien pretende mejorar su condición de vida y la de su familia está en un error que lo puede convertir en individualista y hasta inescrupuloso.
Actualmente, este sector de la población se siente relegado de las prioridades del gobierno y ha dejado de identificarse con aquellos ideales y hartazgo partidista que hicieron que votaran por Morena hace tres años. Esta rebelión del seis de junio pasado se trató en buena parte de una respuesta a un discurso que no lo reconoce ni a sus valores como la preparación académica, esfuerzo, trabajo, mérito y deseo de progreso.
Coincido con el presidente cuando pondera las necesidades de las poblaciones más vulnerables en la agenda nacional, sin embargo, con sus comentarios atenta en contra no sólo del sector de la población que afianzó su victoria en 2018, sino del modelo que permitiría movilizar estas poblaciones menos favorecidas hacia mejores condiciones de vida y acceso a otra serie de benefactores.
A mi entender, lo que se está logrando con las presentes políticas de Estado es el de perpetuar y agrandar la brecha entre los sectores de la población, al no poder cubrir las necesidades básicas, e incluso las alimentarias, de todos los mexicanos, ni mucho menos las de índole macroeconómico.
Pareciera ser que el ejecutivo nacional no entiende que su mandato incluye a todos, sistemáticamente nos recuerda nuestras diferencias sin proponer ni ejecutar políticas de fondo, todo es repartición de culpas y descalificaciones y buena parte de la población ya lo detectó.