En este ciclo escolar están ausentes 8.3 millones de niños, adolescentes y jóvenes; 5.2 millones por la emergencia sanitaria o falta de recursos
Sí, el futuro está en peligro. La generación actual de jóvenes tiene una vida precaria y la de sus descendientes no pinta mejor. Desde que los millenials mexicanos tienen edad de trabajar han enfrentado dos grandes crisis económicas: la de 2008-2009 y la actual producto de la COVID-19.
Las cifras nos recuerdan continuamente que la actividad económica y el empleo no recuperarán sus niveles prepandemia sino al menos hasta 2023. Al inicio de este año, el índice de pobreza laboral ya había aumentado 8.8 por ciento, de 35.7 a 44.5, es decir que a cuatro de cada 10 trabajadores no les alcanza ni para comprar la canasta básica.
El deterioro del poder adquisitivo se nota en muchos indicadores. En febrero de 2020 había 29 millones 168 mil 251 tarjetas de crédito circulando en el país. Un año después, en febrero pasado, ya eran un millón 669 mil 079 menos, una baja de 5.72 por ciento. Los mexicanos estamos usando menos tarjetas y saturándolas menos. El crédito otorgado mediante esos plásticos se ubicó en febrero en 346 mil millones de pesos, una caída de 16.5 por ciento en términos reales anuales.
Desde el inicio de la crisis actual, la banca ha hecho esfuerzos para ayudar a los deudores. Aun así, el índice de Morosidad Ajustada de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, el que muestra la cartera vencida y la suma de 12 meses de quitas y castigos en la cartera de crédito de los bancos, está en su nivel más alto en los últimos 20 años: 17.93 por ciento. Para darnos una idea, en el punto más alto de la crisis de 2009 fue de 14 por ciento. Este es uno de los síntomas muy serios de la situación que enfrentan los jóvenes. Con registros así ante instituciones como el Buró de Crédito y lo que eso representa en reducción de oportunidades, lo que ven en el horizonte es deudas cada vez más impagables, pobreza y muy pocas esperanzas de una verdadera independencia financiera y prosperidad.
¿Hay realmente una visión de futuro desde el ámbito de las políticas públicas? Si bien el asistencialismo ha demostrado que no impulsa a los pobres a dejar de serlo, ¿qué se tiene que hacer en cuanto a abrir brecha y oportunidades para que el esfuerzo y el trabajo duro de los jóvenes saque adelante al país y se traduzca en bienestar y prosperidad?
Este es el momento en que la Secretaría de Economía, mediante su Unidad de Desarrollo Productivo, tendría que estar desarrollando programas intensivos para impulsar el emprendedurismo entre los jóvenes con la perspectiva de reducción de la desigualdad entre personas y regiones que impulsa la administración federal actual. La Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación mostró que en este ciclo escolar están ausentes 8.3 millones de niños, adolescentes y jóvenes; 5.2 millones por la emergencia sanitaria o falta de recursos para continuar sus estudios y 3.6 millones porque tuvieron que emplearse para contribuir con sus familias para salir adelante.
Hay que revertir el círculo vicioso de pobreza que está generándose con un círculo virtuoso en que la libertad y oportunidades traigan la prosperidad que todos deseamos.
POR ADRIANA DELGADO RUIZ
@ADRIDELGADORUIZ