Desde que se propuso su existencia en 2016, los astrónomos han estado en una carrera por hallar al hipotético y misterioso Planeta Nueve. Ahora, un estudio sugiere que al parecer no está donde pensamos que podríamos encontrarlo. Los detalles del trabajo fueron aceptados en The Astrophysical Journal Letters y están disponible en arXiv.
Cuando los astrónomos Konstantin Batygin y Michael Brown hablaron por primera vez del Planeta Nueve, sugirieron se ubicaba en los confines del Sistema Solar. Para ellos, la evidencia se observaría en otros objetos mucho más lejanos a la órbita de Neptuno.
Dichos objetos se denominan Objetos Transneptunianos Extremos (ETNO). Poseen enormes órbitas elípticas, nunca se cruzan más cerca del Sol que la órbita de Neptuno a 30 unidades astronómicas, y oscilan más allá de las 150 unidades astronómicas.
Batygin y Brown descubrieron que estas órbitas tienen el mismo ángulo en el perihelio, el punto de su órbita más cercano al Sol. Realizaron una serie de simulaciones y averiguaron que la influencia gravitacional de un planeta grande podría agrupar las órbitas de esta manera. Sin embargo, hasta ahora, ha podido ser localizado.
Primeros trabajos
La detección inicial del posible planeta se realizó en base a solo 6 ETNO, objetos que son muy pequeños y muy difíciles de ubicar. Con el tiempo, se descubrieron 19 ETNOs más, por lo que ahora tenemos más datos que nos permitan analizar y calcular las características del planeta.
En 2019, los astrónomos revisaron la información disponible y concluyeron que su data era ligeramente incorrecta. La masa del planeta, según la revisión, es solo 5 veces la masa de la Tierra, en lugar de las 10 veces calculadas inicialmente. Además, su excentricidad (es decir que tan elíptica es) era menor. Entonces, actualizaron los cálculos nuevamente.
No obstante, escribieron, “la pregunta que nos hicimos durante el apogeo de la pandemia es diferente: ¿faltan física esencial en nuestras simulaciones? A través de nuestro sondeo continuo e incesante del modelo, hemos resuelto que la respuesta a esta pregunta es ‘sí’“.
Sistema solar bebé
Según ellos, sus simulaciones asumieron que cualquier objeto que se mueva más allá de las 10,000 unidades astronómicas del Sol se perdería en el espacio. Pero no estaban considerando que el Sol no nació aislado, sino probablemente en una nube de formación estelar grande y densamente poblada con otras estrellas bebés.
En estas condiciones, el joven Sistema Solar habría formado casi definitivamente una sección interna de la Nube de Oort. La configuración de planetas gigantes como Saturno y Júpiter pudieron arrojar escombros hacia el espacio interestelar. Aun así, las perturbaciones gravitacionales de las estrellas pasajeras las habrían empujado hacia el Sol, terminando por constituir la Nube de Oort interna.
Tendemos a pensar en la Nube de Oort como si estuviera allí, sin hacer mucho. Pero cuando Batygin y Brown ejecutaron un montón de simulaciones nuevas, considerando esta física, encontraron que los objetos en la región interior puede que se muevan un poco. “El Planeta Nueve, sin embargo, altera esta imagen en un nivel cualitativo”, afirmaron los investigadores.
Nueva simulación
Debido a la atracción gravitacional a largo plazo de la órbita del Planeta Nueve, los objetos internos de la Nube de Oort evolucionan en escalas de tiempo de mil millones de años, reinyectándose lentamente en el sistema solar exterior.
“Hemos simulado este proceso, teniendo en cuenta perturbaciones de los planetas gigantes canónicos, el Planeta Nueve, las estrellas que pasan, así como la marea galáctica, y hemos descubierto que dichos objetos internos de la Nube de Oort reinyectados son capaces de mezclarse fácilmente con el censo de objetos distantes del cinturón de Kuiper, e incluso exhibir agrupaciones orbitales”, explica el equipo.
Esto significa que algunos de los objetos transneptunianos extremos encontrados pudieron tener su origen en la Nube de Oort. Pese a ello, las simulaciones del equipo asimismo mostraron que la agrupación de los objetos de la Nube de Oort sería más débil. Lo cual sugiere que una órbita más excéntrica para el Planeta Nueve explicaría mejor los datos, en vez de la órbita detectada en el artículo de 2019.
Al ser realmente bajas nuestras posibilidades de detectar al hipotético planeta lejano y oscuro, toda la información puede usarse para refinar los modelos y evitar su búsqueda en lugares donde no lo hallaremos. Con suerte y pronto podremos finalmente ubicarlo.