Aldeanos de la isla de Tanna en Vanuatu, una pequeña nación en el sur del Pacífico, celebraron este lunes una ceremonia de duelo por el reciente fallecimiento del príncipe Felipe de Edimburgo, a quien veneran como el hijo de un dios local y lo consideran un protector de sus cosechas.
Los lugareños rindieron homenaje al difunto sosteniendo numerosos retratos suyos y bebiendo kava kava, una bebida tradicional y levemente tóxica de origen polinesio, basada en extracto de una raíz homónima con efectos sedantes y estimulantes.
“Dejamos que la kava despeje el camino para que su espíritu vuelva a vivir con nosotros. El mismo espíritu crecerá dentro de uno de sus familiares y un día volveremos a conectar a la gente de Tanna e Inglaterra”, aseguró el jefe Jack Malia ante los miembros de su tribu, según cita Reuters.
“Él está muerto pero tiene una gran familia, la cual vivirá con su legado. Vean todas las fotos suyas que tenemos aquí. Él es un buen hombre”, añadió.
Los antropólogos creen que el culto al príncipe Felipe se originó en los años 1960 en las aldeas de Yakel y Yaohnanen luego de que algunos residentes de la zona visitaran Port Vila, la capital de Vanuatu, que en ese entonces era una colonia anglo-francesa conocida como las Nuevas Hébridas, y vieran enormes retratos de la reina Isabel II del Reino Unido junto a su consorte.
Las imágenes quedaron inmediatamente asociadas con una leyenda sobre una deidad de piel clara, hijo del espíritu de una montaña local, quien cruzó los mares en busca de una poderosa reina blanca que vivía en el otro extremo del mundo.
En 1974, una comitiva de isleños encabezada por el jefe Jack Naiva recorrió 240 kilómetros en canoa hasta Port Vila para recibir en persona al duque de Edimburgo, quien desembarcó en el lugar desde el yate de Estado HMY Britannia.
El encuentro causó una gran impresión sobre los nativos y los convenció aún más sobre la naturaleza ‘divina’ del miembro de la realeza británica, recuerda Daily Mail. Desde entonces, lo adoraron todos los días y rezaron para que bendiga sus cosechas de bananas y ñame y mantenga alejados los ciclones.
A su vez, el príncipe Felipe respondió ante la admiración enviando numerosos retratos con su imagen, atesorados por los isleños en sus viviendas y utilizados luego para edificar un santuario.
La muerte de la deidad de la comunidad dejó devastados a los aldeanos, quienes al principio se mostraron incluso incrédulos, relató Mary Niere, una empleada de un complejo hotelero local que les dio la noticia.
“Los hombres permanecieron callados y con la mirada hacia abajo. Muchas de las mujeres estuvieron muy emocionadas y lloraron mucho”, relató la trabajadora, tras precisar que, en situaciones de inmenso dolor emocional, el llanto fúnebre de los lugareños suele extenderse por semanas.
Hacia el final de ese tiempo, los ancianos de las aldeas celebrarán una importante reunión en la que decidirán el futuro de su culto. La mayoría de los fieles se inclina por nombrar como sucesor espiritual del príncipe Felipe a su hijo Carlos de Gales, y concuerdan en que, a pesar de haber abandonado su cuerpo, el espíritu del duque continúa vivo y se encuentra en busca de un nuevo hogar.
En cualquier caso, “la conexión que hemos tenido con la familia real perdurará”, concluyó el jefe Malia.