Los caminantes, los habitantes y los turistas tienen que bajarse de la banqueta al llegar a los palacios de los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo, ubicados en el centro de Toluca.
Los transeúntes que caminan el primer cuadro de Toluca comprueban que se acabó el mito de las casas del pueblo. Muros de piedra, cortinas de acero y guarros rudos les impiden entrevistarse con los magnates del poder público en Toluca y el Estado de México.
Hoy, el histórico y céntrico paisaje de Toluca está colmado de herrajes que delatan campos de concentración inversos a donde se amontonan los gobernantes, ministros y representantes por la vía electoral.
Antes, casas abiertas a los ciudadanos, hoy los palacios de los poderes del Estado de México están cercados por toneladas de acero, son guetos de los poderosos que los separan del demandante y ruidoso ciudadano de a pie que llega a pedir, solicitar y suplicar.
Antes, espacios abiertos a la concertación de las causas de los ciudadanos, hoy los palacios de los poderes del Estado de México están rodeados de vallas metálicas que los hacen refractarios a los sentimientos del ciudadano.
Antes, salas de atención ciudadana donde el mandatario escuchaba, los palacios de los poderes del Estado de México están en estado de sitio por una insurgencia ciudadana que enarbola diferentes causas y toma como cauce la manifestación pacífica en la plaza de los Mártires de Toluca.
Los gobernantes tienen miedo a los ciudadanos y se protegen con vallas tubulares. El temor a las protestas los aísla. El temor a las demandas sociales los separa. El temor a las solicitudes de audiencia los hunde en sí mismos.
De tiempo en tiempo, los altoparlantes de la queja ciudadana obligan a los jerarcas del poder público a mirar a través de las ventanas. Al ver una plaza pletórica de ciudadanos exigentes, un escalofrío de debilidad cívica recorre sus cuerpos encerrados en las cuatro paredes de sus palacios. Los ministros entran en pavor ante las demandas ciudadanas y se esconden tras las rejas metal. Los representantes impopulares tienen miedo a que los habitantes se acerquen a sus palacios que los mantienen alejados de la realidad y los problemas de la ciudadanía.
Todos los caminantes del centro histórico de Toluca pagan las consecuencias de esta insensibilidad hacia los ciudadanos y falta de capacidad de concertación de los gobernantes resguardados en sus palacios de acero. Ese terror de los diputados, gobernantes y ministros frente a la libre manifestación de la ciudadanía obliga a bajar de la banqueta a toluqueños, turistas y transeúntes frecuentes.