Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política en la Universidad del País Vasco, realiza un agudo análisis sobre el fenómeno de la superioridad moral de los políticos de izquierda y derecha en España, que vale para México. (El País, 14.03.21).
La solución a los problemas colectivos no es evidente. Existen propuestas distintas ante realidades complejas. “Quienes están más convencidos no necesariamente tienen más razón. En la vida política no se disputan valores enfrentados sino más bien concepciones diversas de esos valores”.
Para Innerarity “ninguna ideología tiene, pese a sus posibles pretensiones en ese sentido, una interpretación completa del mundo. A pesar de lo cual hay mucha gente que no se cree mejor sino superior”.
En la visión de la izquierda, su superioridad moral deriva de sus valores sociales y en el caso de la derecha de lo que se refiere a la libertad.
Los valores, en una sociedad democrática, no son exclusivos de la derecha o la izquierda. La justicia, por ejemplo, es un valor que comparten, pero lo entienden de manera distinta.
La derecha interpreta la justicia como proporcionalidad (las personas deben ser recompensadas en función de lo que aportan, incluso aunque esto implique desigualdades), y la izquierda la considera desde el punto de vista de las necesidades.
Se puede discutir cuál de las propuestas es la mejor, pero nadie que participe en el debate con un mínimo de ecuanimidad tiene derecho a descalificar la posición contraria como absolutamente insensible a la justicia. Y esto vale para otros muchos temas.
En torno a ellos se configura el debate y la contienda política. Quien descalifica la opinión contraria tachando a quienes la defienden de traidores, antipatriotas o retrógrados se instala en una superioridad moral que impide la discusión democrática.
Nunca podemos estar seguros de que nuestra ideología no nos oculte alguna dimensión relevante de la realidad, que las opiniones por las que no sentimos la menor simpatía no contengan alguna información interesante. No es solo una cuestión de respeto moral al adversario, sino de inteligencia política.
La inteligencia se expresa en la escucha respetuosa de las opiniones más peregrinas. Muchas veces las mejores ideas son las que están fecundadas por sus ideas contrarias. Los políticos más inteligentes son los más capaces de acordar con el adversario, del mismo modo que los pueblos se enriquecen con la mezcla y la inclusión de otros.
El principal deber político consiste en resistir la facilidad con que confundimos nuestras preferencias ideológicas con una superioridad moral e interpretamos la discrepancia en términos de mala voluntad.
“Propongo, dice Innerarity, un pacto para dejar de prestar atención a quienes están todo el día extendiendo certificados de virginidad ideológica, autenticidad en la representación del pueblo o integridad política y nos califican, por ejemplo, como poco identificados con la nación o no suficientemente progresistas. ¿Quién les ha dado ese derecho de representar al pueblo o al sentido de la historia?”.
La razón de la izquierda depende de que la derecha también la pueda tener; la derecha no podrá ser mejor si niega por principio que la izquierda pueda serlo. Aspirar a tener mejores opiniones suele ser incompatible con considerarlas superiores. En cualquier caso, tratándose de cuestiones políticas es preferible aspirar a ser mejor que a ser superior.
Twitter: @RubenAguilar