Por Gustavo Cano
Esta historia de horror moderado, clínico y educativo está basada en hechos reales. Aconteció en Leondres, estado de Guanawashington y para facilitar la narrativa hablaré en primera persona.
Un día de tantos, antes del Covid 19, fui a la enfermería de la universidad privada donde yo trabajaba. Tenía una bolita en la nuca y quería que me dijeran de qué se trataba. Ahí me diagnosticaron herpes, me dieron mi receta y sanseacabó. Al menos eso creí, pero no, apenas comenzaba todo…
Cuatro días después decidí ir con mi médico particular de cabecera, ya que la bolita crecía de manera acelerada. El médico me dijo que eso no era herpes, que era un absceso infectado y que había que actuar rápido, ya que si la infección penetraba el tejido de la nuca se filtraría a la base del cerebro, donde éste se conectaba con la columna vertebral, lo cual era una situación muy grave y que mi vida estaba en peligro. Me sugirió que me internara inmediatamente.
Y así lo hice. Fui al Instituto Nacional del Seguro Social (INSS) y me admitieron rápido. Me pasaron a una sección de emergencias y por la mañana un doctor de lentes, de unos sesenta y tantos años, que caminaba despacio pero firme, apoyado por un bastón, le dio la razón a mi médico de cabecera y dijo muy claro: “de aquí usted no sale hasta que ese absceso haya desaparecido”. Y él desapareció por donde vino, jamás lo volví a ver.
Por la tarde se apareció un payaso profesional vestido de médico y me dijo que ya me podía ir. Que el absceso se iba a ir solo y que la situación no era grave, que no había supuración del absceso y que tratara de pinchármelo para que supurara. Mientras el payaso hablaba, mi absceso supuraba pus. Yo le dije lo que el médico de la mañana me había dicho y el payaso hizo caso omiso, como si le hablara a la pared, al mismo tiempo que me entregaba el alta.
Regresé a los dos días al INSS. El absceso más grande que nunca y yo ya me sentía mal. Me admitieron inmediatamente y me dieron el pase de piso, nada más que antes tuve que esperar unas cuantas horas, hasta que hubiera una cama disponible en el piso que me tocaba. Mientras, me entretenía observando una filita de laboriosas chinches que subía y bajaba la pared, muy cerca de donde yo estaba sentadito haciendo el bizco.
Finalmente me subieron al piso asignado y me instalaron en un pabellón con diez o doce camas, cinco o seis de cada lado. Empezaron los estudios y los tratamientos. Yo llegué a mi cama el viernes por la mañana. Ese mismo viernes por la noche murió la dama que estaba a mi izquierda. La tarde del domingo murió otra dama, la que estaba a mi derecha. Fue una experiencia muy especial. Tener a la muerte tan cerca en el tiempo y en el espacio me dejó pensativo. Muy pensativo. En esencia el pensamiento era claro: uno está aquí un día, pero al siguiente no. Una cosa quizá muy obvia, pero que difícilmente entiende su significado, hasta que el significado es vivido de primera mano. La última vez que había estado tan cerca de la Doña fue cuando, en mi temprana juventud, tuve la ocurrencia de ir por casi tres semanas a un campo de trabajo por la paz, en el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia. Pero esa es otra historia…
Mi estancia en el INSS estuvo interesante. Para estirar las piernas generalmente hacía dos recorridos al día en cámara lenta, por todo el piso. Mis pensamientos giraban alrededor de mi absceso, pero eran optimistas, dentro de lo que cabía. Después de tratar de entender los señalamientos del recorrido, llegué 2 a la conclusión que ese piso era místico, sobre todo porque si uno seguía al pie de la letra los señalamientos de por dónde caminar, definitivamente uno requeriría de las habilidades y fe de nuestro Señor Jesucristo para flotar de un lado al otro en diferentes segmentos del recorrido por el piso. Era eso o los señalamientos servían para dos cosas, para nada y para lo mismo.
Pero lo místico no paró ahí. Cuando la segunda dama murió, a mí se me ocurrió tomar una secuencia de fotos al paciente que tenía enfrente, un señor bigotón de muy mal genio cuya familia tardó unas seis horas en pasarlo a recoger, después de haberlo dado de alta. Yo quería las fotos para enseñárselas a mi esposa, porque el bigotón era todo un personaje. Y bueno, la serie de fotos las tomé justo en el momento en que la dama moría, por pura coincidencia. El celular con el que yo intentaba fotografiar al bigotón, mismo que estaba distraído por los acontecimientos de la dama, era relativamente nuevo y nunca había fallado. Después de que tomé las fotos, a la hora de la comida, quise ver las fotos y nada… todo borroso y luminoso. Le volví a tomar fotos al bigotón y esta vez sí salió, muy quitado de la pena, esperando todavía que algún familiar viniera a recogerlo. La comida en el INSS no estaba mal, hasta eso.
El lunes se aparecieron dos payas@s baratos del INSS vestidos de doctor@s y me dijeron que ya me podía ir a casita, que me daban de alta y que prestara atención a la evolución del absceso, que todavía estaba ahí, y que de ser necesario con mucho gusto podía regresar con ellos, sin necesidad de hacer tanto ritual para el ingreso, pero lo más seguro es que se desvanecería solo. Me comentaron que era muy raro que se murieran dos pacientes en menos de cinco días en ese pabellón. Ya en casita, me pongo a leer el alta que me habían dado estos idiotas y que me doy cuenta que la mitad de mi alta se refería a mí, mientras que la otra mitad pertenecía a otro paciente, más chaparro y flaco que yo, al que le habían puesto un catéter por no sé dónde.
Ni chance me dio de hacer coraje sobre la situación, ya que en menos de 24 horas después de la última alta, pues ya tenía yo dos abscesos en la nuca, ambos juntitos, en el lugar donde nada más había uno. Regresé con mi médico particular y éste me dijo: “Sí ese es el problema del INSS, ya no se puede confiar en ellos”. Me dijo también que yo ya requería una intervención quirúrgica para extirpar el absceso. Y me dijo que acudiera sin chistar con el Dr. Macías, “él nunca falla en el diagnóstico y tratamiento de este tipo de problemas”.
Yo pensé en regresar al INSS. Supongo que, a esas alturas del partido, yo ya estaba alucinando por la situación y los abscesos. Mi esposa me dijo: “No. No regresas al INSS, ahí te van a matar. Te atiendes y operas con médicos privados. A ver cómo le hacemos, pero no regresas al INSS”. Fuimos con el Dr. Macías y él fue muy claro. Me dijo que había que operarme inmediatamente. En cualquier momento el asunto podía empeorar y se acabó la historia con el Dr. Cano. El Dr. Macías me hizo un cultivo del absceso para saber con qué tipo de bacteria estaba yo lidiando. La noche siguiente entré al quirófano y santo remedio. El Dr. Macías no me operó, pero él estuvo al tanto de todo el procedimiento. Después de la operación, el Dr. Macías me informó que tenía suerte, porque la bacteria era de las más fáciles de combatir, me recetó Bactrim y listo. Yo concluí que un diagnóstico correcto al comienzo de todo esto me hubiese evitado todo el merequetengue que viví y sobreviví con mi absceso.
El cuidado y la sanación de la herida en la nuca, estuvo a cargo de mi amigo y compañero de preparatoria, el Dr. Cabeza de Vaca. Igual con los amigos y amigas que me apoyaron económicamente (y/o me mostraron un gran apoyo solidario hacia mi persona) en el momento para sacar adelante los gastos generados por la atención médica privada y la operación. ¡Muchísimas gracias a todos ellos y ellas! ¡Gracias especialmente a mi esposa, a mi médico de cabecera y al Dr. Macías!
Y bueno, a manera de epílogo, he de comentar que la universidad privada en la que trabajaba en ese momento, trató de persuadirme en un par de ocasiones para que renunciase voluntariamente: primero, conforme transitaba por la experiencia INSS y luego, ya al final, en plena recuperación. Yo les dije que no. Que en cuanto me recuperara, me presentaría a laborar con un gusto inigualable y con las inservibles altas del INSS, conforme lo dicta la Ley Federal del Trabajo. Al final de cuentas me quitaron los grupos a los que yo daba clase y me asignaron trabajos de investigación por el resto del semestre, mismos que estuvieron muy interesantes y aprendí mucho de ello.
Al semestre siguiente, en esa misma universidad, yo tenía entendido que iba a dar una clase en el doctorado y un par de clases en licenciatura. Mi sorpresa fue que yo no estaba programado para la clase del doctorado. Le envié un correo electrónico al responsable del doctorado y me dijo que en efecto, yo no estaba programado. Yo le comenté que él y yo lo habíamos acordado que iba a dar una clase en el doctorado, en una junta en su oficina, justo al regreso de mi convalecencia. Me respondió que él no se acordaba de dicha junta, lo cual era ridículo, ya que hasta habíamos acordado un determinado horario e incluso él me comentó que iba a ser una clase que yo ya había dado en el pasado.
Empezamos a intercambiar e-mails. Y en una de esas, me comenta que “ellos” ya habían decidido que ese semestre, el que comenzaba ese mismo día, me “iban a descansar” para que tuviera una mejor recuperación. Yo le dije que era muy interesante cómo “ellos” tomaban decisiones que implicaban un conocimiento superior de mi situación médica al conocimiento de mis doctores, ya que decidían lo que yo necesitaba, no obstante mis doctores ya me habían dado de alta para trabajar al full… Él escribió que yo ya no iba a dar clases en esa universidad, no sin antes yo haberle reclamado sobre una promesa salarial no cumplida en semestres anteriores. Sobra decir que en cuanto acabé de dar las dos clases de licenciatura que tenía programadas para ese semestre, la universidad ya no renovó mi contrato.
¿Qué aprendí de todo esto? Bueno, aprendí y sigo aprendiendo muchas cosas. Quizá, entre las impresiones más importantes de esta micro experiencia, me quedaron: 1) 36 años de desatención y saqueo al sector salud han provocado que el INSS tenga cada vez menos recursos y que se haya convertido en un nido de payasos que juegan con la salud y vida de los contribuyentes; hay algunos doctor@s seri@s, pero cada vez menos. 2) Que el sector privado de la medicina también ha sido afectado por la maldición de los 36 años de pésima educación, no obstante el porcentaje de doctores ineficientes es mucho menor. 3) Para los problemas serios de salud, sin dinero, las probabilidades de que te cargue el payaso son muy altas. 4) En el sistema educativo privado mexicano, sobre todo en los estados donde hay poca inversión en capital social y humano, la educación tiende a valer chetos en todos los niveles y las instituciones privadas se dan el lujo de aplicar esquemas de monopolio que hacen ineficiente el flujo de una educación superior de alta calidad. 5) Que la vida se aprecia un día a la vez, que es mejor vivir y dejar vivir, y que el Ser Supremo tiene nuestra agenda lista desde el día uno, con la Doña presentándose en alguna esquinita de nuestro último minuto, lista para aplicarnos el destino, al más puro estilo de Maclovio. 6) Los problemas que enfrenta la 4T son serios y complicados. Conforme transcurre el tiempo sexenal, veo que la problemática por resolver le va quedando grande a la 4T. En este marco, la salud y la educación son prioritarios, o deberían serlo. 7) Con o sin atención médica pública deficiente, con o sin abusos laborales en el sector privado educativo… la vida es bella, única e irrepetible. Respirar es hermoso.