Los organismos internacionales de protección al ejercicio del periodismo abierto y libre coinciden en señalar que los ataques de los gobernantes a los medios y a los periodistas lo son también a la libertad de expresión.
Y que los insultos y descalificaciones que surgen desde el poder ponen en peligro la seguridad de los medios y de los periodistas. La crítica directa del gobernante, se quiera o no, es una clara presión sobre los medios y su línea editorial.
En una sociedad democrática la agresión a los medios y los periodistas nunca puede entenderse como ejercicio de la libertad de expresión de quien detenta el poder sino como intolerancia a la crítica que estos ejercen.
La misión de la prensa es informar con independencia y profesionalismo a partir de evidencia que pueden o no molestar al poder. Su trabajo es proporcionar a sus audiencias datos que les permitan saber qué es lo que ocurre más allá de los discursos de quienes gobiernan.
En toda sociedad democrática, tarea del periodismo es también ejercer un papel de vigilancia sobre el ejercicio de los gobernantes. Ofrecer, mediante la investigación, la información que el poder esconde o no quiere se conozca.
La ciudadanía espera que los medios realicen esa función que ella por su propia cuenta no puede llevar a cabo. Esa es, sin duda, responsabilidad de los medios.
Los organismos intencionales que velan por la libertad del ejercicio del periodismo sostienen que los gobiernos y quienes los encabezan tienen siempre que ser tolerantes a la crítica.
No pueden, no es democrático, utilizar todo el poder del Estado, para descalificar o agredir el trabajo periodístico por más crítico que éste puede ser.
Los gobiernos y los gobernantes que utilizan su poder para agredir o descalificar al periodismo crítico se ubican, lo quieran o no, en las filas del autoritarismo.
En América Latina y en otras sociedades se repite el modelo de gobernantes que se aprovecharon de la libertad de expresión, para crecer políticamente e incluso, para hacerse del poder.
Y una vez que están en él se vuelven intolerantes e incapaces de aceptar la más mínima crítica. Sale a la luz su talante autoritario que estaba ahí, pero no se había hecho presente.
El presidente López Obrador con sus actitudes y discursos frente a los medios y periodistas críticos se ubica en el campo de los gobernantes intolerantes y autoritarios.
Su mañanera se ha convertido en la tribuna, para atacar sistemáticamente a la libertad de expresión. Para el caso de México es volver a los gobernantes de cincuenta años atrás. Las evidencias están grabadas.
Twitter: @RubenAguilar