La semilla de amaranto, considerada por los antiguos guerreros mexicas, como la planta del sol, siglos después, es consumida como una alternativa contra el hambre gracias a su alto contenido de vitaminas y minerales. Con esta semilla campesinos mexicanos buscan mantener a sus familias, alimentarse, pero también diversificar sus usos hasta llegar a la industrialización y exportación.
Campos rojizos se observan a las afueras de la mancha urbana de la Ciudad de México que pretende invadir los dominios de esta semilla propia de México y Centroamérica desde hace miles de años. Los habitantes de la zona mantienen las tradiciones ancestrales de cultivo y alimentación. La semilla seca es tostada en comales o planchas sobre fuego en leña.
El amaranto era utilizado en tiempos ancestrales como moneda de intercambio, elemento para rituales y alimento en tiempos de sequía. Hoy México tiene más de 14 tipos de esta semilla para una producción de casi 2.000 toneladas por hectárea. Se calcula que en el país más de 5.000 hectáreas están dedicadas al cultivo de la planta.