México cuenta con un pasado prehispánico que resulta rico, diverso y apasionante, donde cada elemento formaba parte del día a día y la fauna no podía ser un mero espectador. La importancia que tenían los animales para los antiguos pueblos mesoamericanos se reafirma en el papel que jugaban en su cosmovisión, ya que todas las deidades prehispánicas tenían vínculos con ellos, y más aún, se manifestaban bajo la forma de alguno de ellos.
La fauna silvestre representaba a los nahualtin de las deidades, y muchos de ellos se manifestaban en varias especies, como el polifacético Tezcatlipoca, quien aparecía como; coyote, jaguar, mono, zopilote, pavo y como langosta. Este vínculo entre animales y deidades se conserva aún hoy en los mitos de nuestros pueblos originarios.
El coyote “Coyotl” fue protagonista de la cosmogonía otomí-mazahua, y representaba la astucia, la avaricia, los excesos sexuales, las mentiras, el engaño y la facilidad de crear líos, el humor también está habitualmente asociado con los cuentos protagonizados por el Coyotl.
El mito mazahua se remonta a los tiempos donde Dios crea el mundo y asigna labores a los partícipes de este universo, entendiendo que en la cosmovisión mazahua hombres y animales tenían una relación armoniosa; cabe señalar que el término ‘uee se usa para referirse al coyote. Lingüísticamente significa tío, es decir, el coyote es un ser respetado por los pobladores otomíes y mazahuas pues “tío” es una forma de llamar a la gente adulta a la cual se le respeta por su sabiduría.
El coyote (Canis latrans) se distribuye desde Canadá hasta Colombia, habita en diversos ecosistemas, desde tropicales, templados y áridos. Su comportamiento puede variar mucho según su hábitat, son muy adaptables a las condiciones medio ambientales, especie solitaria, pero algunas veces se reúnen en manadas, en general viven y cazan solos o en parejas, omnívoro, se adapta a las fuentes disponibles de alimento; pequeños mamíferos, carroña, insectos, frutas, hierbas y otros vegetales.
Los coyotes son monógamos, emparejándose de por vida, su apareamiento ocurre en los meses de febrero y marzo, y nacen camadas de 4 a 6 cachorros en abril o mayo. Durante la crianza participan ambos padres y en ocasiones sus hijos juveniles, nacidos el año anterior -que aún no abandonan el cubil- ayudan a alimentar a los cachorros. Alrededor de los 20 días edad comienzan a salir de su cubil, siempre bajo la supervisión de sus padres. Cuando cumplen los dos o tres meses de edad, sus padres los inician en el arte de la caza, permaneciendo juntos a lo largo del verano, y ya en otoño, estos juveniles buscan sus propias presas y territorio. Los coyotes alcanzan la madurez sexual al año de edad y en vida libre viven en promedio 6 años.
Retomando a la cosmogonía otomí-mazahua, que representaban al coyote con la astucia, es mucho más común oír un coyote que verlo. Las llamadas que los coyotes hacen son agudas; se las describe como aullidos, chillidos, quejidos y ladridos. Estas llamadas pueden ser una nota larga que sube y que cae -aullido-, o una serie de notas cortas -chillidos-. Estas llamadas se oyen por lo general desde el crepúsculo hasta el amanecer, durante todo el año, pero son más comunes durante la época de apareamiento y cuando los juveniles salen para establecer territorios nuevos. Su aullido puede llegar a ser engañoso, ya que debido a las características del sonido a la distancia, puede parecer que el coyote está en un sitio, cuando realmente se encuentra en otra parte.
Se reconocen 19 subespecies, mide de 55 a 65 centímetros a la cruz, su color varía desde el gris hasta el canela, a veces con un tinte rojizo -ocre-. Las orejas y el hocico parecen largos en relación al tamaño de su cabeza. Tiene una longitud de 70 y 85 centímetros, sin la cola, pesa de 8 a 20 kilogramos. Tiene un aspecto esbelto, algunas veces se le confunde con el lobo gris mexicano (Canis lupus baileyi).
Los Coyotes juegan un papel importante en los ecosistemas, no sólo como depredador de pequeños mamíferos -como los roedores-, que pueden afectar gravemente a los campos agrícolas, sino también como carroñeros. Las especies necrófagas -carroñeras-, cumplen un papel fundamental en el funcionamiento de las cadenas tróficas.
El coyote (Canis latrans) no se encuentran listado como especie prioritaria o en alguna categoría de riesgo, pero en los últimos años hemos destruido y fragmentado su hábitat, hoy en día esta especie ocupa ecosistemas urbanos para su supervivencia, alimentándose en basureros o de fauna doméstica, desafortunadamente los conflictos con el hombre lo han llevado a ser cazados, envenenados o muertos por atropellamiento, esto pone en peligro su continuidad. No existen investigaciones recientes sobre el estado que guardan sus poblaciones, pero es evidente el daño que le hemos hecho a esta especie.
Tristemente y con el tiempo, esta hermosa especie ha dejado de tener la magia que lo envolvía en la cosmovisión otomí-mazahua, la avaricia humana moderna le ha arrebatado su astucia y sabiduría, a cambio le hemos heredado el inframundo, sometido muchas veces como simple mercancía en el tráfico ilegal de especies, y otras, acosado y muerto sin piedad por cazadores sin moral.