Hoy los temas que platicamos son tan diversos como interesantes, pero normalmente las cuestiones de carácter social y político dominan la agenda de todos los días, las pláticas en los centros comerciales, en las escuelas y en el trabajo se vuelven prácticamente uno: ¿qué está pasando en el país?, ¿esta es nuestra versión de un país polarizado y pareciera que sin remedio? creo que no es así.
Hay quienes se dedican a ofenderse de la manera más vulgar y corriente justificando su actitud en el infantil “ellos empezaron” y van de la ofensa simple a la protesta política que incita a romper el presente orden constitucional con propuestas como solicitar la renuncia y el retiro de quien fue electo de manera democrática, esa me parece una falsa posición y además equivocada, muy equivocada.
Por otro lado, existen quienes creen que el problema es mucho más profundo, que existe un terrible vacío por la ausencia de promesas no cumplidas y una agenda pendiente que tendría que ser discutida todos los días, con ellos estoy un poco más cercana.
Durante muchos años la República, de manera lenta pero constante, ha buscado alejarse de la figura y del poder de un solo hombre, creando instituciones autónomas que profundicen la división efectiva del poder, con estas instituciones autónomas se busca impulsar una cultura de legalidad en donde el respeto a la ley sea la garantía que todo ciudadano busca para desarrollar su potencial como persona, como profesional; es decir, ayudarnos y cuidarnos todos para no cometer excesos entre nosotros.
Sé que son dos posiciones interesantes pero imposibles, si dejamos de escuchar a los unos y a los otros, si fuera así el futuro inmediato sería la radicalización de posiciones con grandes pérdidas para la República completa.
En los últimos días, como muchos de mis amigos lo saben, he tenido tiempo, mucho tiempo para la reflexión, a veces la vida nos recluye sin piedad, no solo para que podamos recuperarnos sino para que la perspectiva que tenemos sobre la vida -sobre la sociedad, sobre nosotros- adquiera una dimensión distinta, este es mi caso y, supongo, que el de muchos.
Reflexionando sobre las dos posiciones que mencioné en un principio no pude menos que recordar una obra que me impactó hace tiempo, pero que recordé y me hizo, además de un recuerdo, una poderosa imagen de cómo están las cosas ahora mismo: imaginen, por un momento, que son encerrados con dos personas en una habitación que no tiene ni espejos ni ventanas y que alguien les dijo que iban a ser atendidos todo el tiempo, pero las puertas se cierran y un hombre convive con dos mujeres desconocidas.
En un principio puede parecer atractivo y excitante, pero empiezan a correr las horas y por alguna razón él sabe que no las puedes tocar, y después se da cuenta que ya no puede dormir; es más, ni siquiera parpadear, tiene que convivir por fuerza todo el tiempo y en todo momento, lo mismo les ocurre a ellas, en pocas horas la convivencia se vuelve un infierno, y es efectivamente eso, el infierno.
Esta es la representación de Jean Paul Sartre del infierno, una simple habitación cerrada, y lo sintetiza con su inmortal frase: “El infierno son los otros”.
A diferencia de esta terrible obra, creo que sin los otros no hay nosotros, que es la hora de la tolerancia y la reflexión profunda y comprometida si con los nuestros, pero también con los otros, es la hora de escuchar a todos, es la hora de la convocatoria abierta, racional, objetiva, aquella que incluye a todos. No convirtamos este extraordinario país en una simple habitación a puerta cerrada.
Superar las enfermedades, superar nuestros miedos es también parte de la vida que cada uno tiene que vivir con gusto y con responsabilidad, personalmente he tenido la posibilidad de hacerlo y con mucho gusto porque sé que, lamentablemente, hay muchos mexicanos y amigos que no lo han logrado.
Por eso, la invitación serena y muy respetuosa para la reflexión que es al mismo tiempo aprecio y agradecimiento con todos y con la vida, porque un nuevo día es siempre una gran oportunidad. Les abrazo con afecto y mucho respeto a todos y todas.
Y recuerden, el infierno no son los otros.
¡Hasta la próxima!