Cadena Verde – Friedrich Nietzsche y su concepción de la naturaleza
Estimado lector, el ser humano a lo largo de la historia se ha considerado ajeno a la naturaleza, ésta es la razón por la cual ejerce un uso irracional de su medio ambiente, este planteamiento aparece en los escritos de uno de mis autores favoritos y más polémicos como lo es el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
Iniciare con la premisa de que la relación del hombre con la naturaleza hoy está al centro de las preocupaciones por la destrucción del medio ambiente y por la escasez del recurso, y Nietzsche es referente obligado ya que planteó que el hombre no es un ser distinto de la naturaleza: “La naturaleza no está ahí para que el hombre la pueda explotar, utilizar irresponsablemente para satisfacer su omnipotencia, sino que el hombre forma parte de la naturaleza”.
Si el hombre se reconociera integrado a la naturaleza se sentiría más equilibrado y no necesitaría todo ese tipo de actuaciones que son destructivas para la naturaleza, con ellas lo único que busca es compensar su insatisfacción.
En el pensamiento de Nietzsche hay elementos que llaman la atención sobre ese diagnóstico: el hombre se separa de la naturaleza, generando un malestar y un desequilibrio; así el hombre busca reducir esa insatisfacción agrediendo a la naturaleza.
Por tal motivo le dio sentido a la categoría de comprender la dialéctica de la palabra naturaleza con N mayúscula o minúscula. La Naturaleza con mayúscula no puede ser dicha de un modo en que ella misma quede escindida, en el “sí” y “no” moderno, en alguna dialéctica de la especie que sea, ni en las antinomias kantianas. Por tal escisión y desde ella, se levanta luego la dualidad de los mundos, de lo sensible que busca ser juzgado y en ello sintetizado por algún carácter de aparente universalidad. Un decir, que en verdad, no tocaba a la cosa misma, pues se colocaba metodológica y críticamente por fuera de ella al dictar lo que ella era o, lo que de ella debíamos esperar o, lo que ella tenía que ser para el hombre o, en definitiva, prohibir que la cosa sea libremente en su “baile de fuerzas sobre los pies del azar”. Por otro lado la naturaleza con minúscula es residual, abstracta, fuente de disposición, laboratorio, materia, ley, como eso que “está-ahí-ante” el sujeto fuente de toda medición, de todo conocimiento; la naturaleza, así escindida, se volvía en objeto de cuantificación y, por ende, funcionaba como el horizonte de objetivación en donde el hombre experimenta lo que es: la naturaleza como el gran laboratorio, la gran condición de posibilidad de la medida, donde se constituye el experimento que le da al hombre su lugar propio, a saber, ser sujeto.
La gran crítica nietzscheana se lo había llevado todo: se había llevado a Kant y el kantismo con todo lo que esto significa, esto es, con todo un horizonte de pensamiento que constituía “una” visión del mundo: la modernidad. Ya no hay espacio ni para una razón judicativa “abstracta, nihilista y paralizante”, pero tampoco para una razón escéptica “empírica del mero pasar” ni menos una romántica “oscuramente estética” (ni Hume, ni Kant, ni Wagner son válidos para Nietzsche).
En definitiva, ya no se puede seguir siendo moderno; pues es anular la realidad, anular y paralizar Naturaleza y neutralizar todas sus diferencias físicas; a saber, la “momifica” para que no pase nada, pues si no pasa nada, no tenemos nada que temer. De aquí que para el filósofo pasa por él mismo el cambio, pues él ha encontrado la felicidad, “la salida a milenios de laberinto”.
Así mismo la concepción moderna de la relación con el medio ambiente es un carácter “más allá de lo bueno y lo malo”; “más allá del hombre y del tiempo”, pero el ser más allá de lo moderno implica que es totalmente acá; en el aquí mismo de hombre y Naturaleza. Es un carácter abismalmente afirmativo que toma lo fatal, necesario, determinado, destinado y lo libre, ligero, bailarín como lo más propio de cada uno. Y solamente desde allí es posible el “mediodía”, donde la sombra es más corta y el hombre se siente caminante en la naturaleza.
Si se ha entendido estimado lector, la fórmula nietzscheana de la felicidad mienta la afirmación de la vida, a saber, Naturaleza en su carácter físico de ser en el dinámico fluir de fuerzas que acontecen en el instante y en esto son fuerzas propiamente afirmativas. Ante esto ya no es posible entender Naturaleza como el lugar de las leyes. La categoría de ley se queda estrecha para mentar “esencialmente” lo que sea la Naturaleza. Nietzscheera así de tajante: “Guardémonos de decir que hay leyes en la naturaleza. Sólo hay necesidades: ¡aquí no hay nadie que mande, nadie que obedezca, nadie que infrinja las leyes”
Es en el instante de afirmación de las fuerzas de Naturaleza que se asume el duplo “naturaleza y espíritu”. Y ese instante es nuestra vida, mi vida, nuestra felicidad, mi felicidad, nuestra Naturaleza, mi cuerpo; a saber, “un sí, un no, una línea recta, una meta”. La fórmula de nuestra felicidad es la fórmula del pensamiento abismal, la suprema afirmación de la Naturaleza.
Desde Nietzsche surge el horizonte problemático de la existencia; surge formalmente una nueva cosmovisión. No podemos seguir viviendo la Naturaleza de manera homogénea; entendida ésta como relaciones, redes. Por lo que estoy de acuerdo con el pensamiento de Nietzsche, pues nos señala rotundamente que nadie puede ir contra Naturaleza , esto sería anti-natural ya pensarlo, pero no olvidemos que de esa anti-naturalidad la humanidad la a vivido por siglos.