En los momentos de incertidumbre, en los momentos difíciles en la vida -que claro, todos tenemos- es muy curioso que uno piense de manera casi automática en la eternidad, en cosas que en circunstancias, digamos normales, uno nunca piensa. Hoy para mi es uno de esos momentos difíciles, complicados.
Complicados por el futuro que siempre planeaste, por el que has trabajado toda tu vida y se ve lejano, incierto, piensas en tus hijos, tu familia completa, tus amigos y regresas a pensar en la eternidad.
Los estudiosos dicen que la eternidad tiene más o menos 13 mil 800 millones de años, y que todo empezó con la física, es decir el movimiento, luego la química ya que los átomos colisionaron y así nació la biología, las células, los virus, la vida.
Hoy vivimos una crisis sanitaria que nos tiene a todos pensando en la fragilidad de la vida pero también en la irresponsabilidad del ciudadano y la indolencia de un gobierno que no quiere asumir su responsabilidad.
Ciudadanos a quienes les parece una empresa dura y difícil ponerse un simple cubre bocas, disminuir su actividad hasta lo mínimo posible sin afectar su modo de vida, tomar distancia de los otros, en fin, cuidarse.
Solo para cuidar a los demás, a los suyos, pues no, pareciera que lo fácil queremos hacerlo difícil, muy difícil, y al final, bueno ya saben, oficialmente este fin de semana llegaremos a 70 mil muertos.
Si el concepto de “cooperación flexible“, ha logrado el desarrollo de la civilización y si estamos en plena época del conocimiento uno se pregunta ¿por qué es tan complicado aceptar que en una emergencia sanitaria el sentido común es lo que debería impulsar nuestra acritud y nuestro compromiso con los demás?, reconocer que sin lo “otro” no hay “nosotros”.
Sin pretender caer en la filosofía existencialista, bien valdría la pena una reflexión por el estilo.
La humanidad a través de la eternidad ha tenido que convivir con los bichos, con los virus, incluso son parte de nuestro origen, pero menospreciarlos no es una buena idea, ni hoy, ni mañana.
Por otro lado, al gobierno está crisis, lo tomó por sorpresa, lo agarró en plena curva de aprendizaje, ¡vaya momento!. Sobre todo para los gobernados.
Minimizar la gravedad de la pandemia es no solo inexperiencia, es por mucho un grave error que se está pagando con vidas, familias que de un día para otro su vida cambio y no precisamente para bien.
La colección de declaraciones, irresponsables, indolentes y hasta ofensivas y soberbias sobran y la historia, estoy totalmente convencida que no se los perdonará, incluso desde ahora.
No darle importancia se notó al no implementar pruebas clínicas, no dar seguimiento a los primeros infectados, bueno, ni siquiera tomar la temperatura a los que venían de países que ya tenían el problema encima.
Esas tres cosas que siendo tan simples no pudieron hacerse porque con un caldo de pollo eso se curaba, porque eso solo le daba a los ricos y una serie de tonterías que luego uno no entiende cómo son toleradas; en fin, no quiero que tener el problema en mi casa haga parecer que es la emoción y no la razón la que habla.
Pero en este tipo de urgencias tienen como lugar común la aparición de teorías de la conspiración, donde el imaginario colectivo se refugia para tratar de explicar algo que no puede entender por qué no sabe o por qué está muy enojado, es cierto existió un economista inglés de apellido (Thomas) Malthus que decía que la única forma de controlar la explosión demográfica eran la peste y la guerra, traducidas a nuestros tiempos, sería la violencia y la enfermedad, pues la producción de alimento crecía de manera aritmética y la población crecía de forma geométrica, esa es la síntesis de su tratado sobre la población.
Esta y otras teorías económicas y políticas son las que dan cuerpo a las teorías y ficciones sobre la conspiración para el control y dominio de las masas, ¿quién tiene la razón? Como dijera el poeta José Santos Chocano: “Quien Sabe Señor”.
El Covid, el ciudadano, el gobierno, Malthus, la economía, los alimentos, la población , todos son parte de nuestro sueño de eternidad, aun cuando Ortega y Gasset llegará a decir que la eternidad humana sería seriamente aburrida, hoy la valoramos más que nunca pues ya no queremos todos los días preguntarnos por quién doblan las campanas.
A cuidarse todos.