Las burbujas son globos de aire compuestos por fluidos que encuentran en esta forma su configuración más eficiente. Son hermosas y son ligeras, tanto, que el calor por inducción procedente del suelo y el viento hacen que venzan la gravedad y se eleven hasta que, debido a su gran fragilidad y fuerzas ajenas, se revienten.
De estas formas deriva el nombre de los fenómenos financieros muy perjudiciales para las economías: las burbujas especulativas. Como las primeras, son atractivas, se elevan por factores externos y terminan explotando en algún momento. Son tan dañinas para todos, que debemos estar atentos a su formación para evitar caer en ellas.
El primer registro que se tiene de una burbuja especulativa fue a principios del siglo XVII. Un embajador de Austria en Turquía llevó de regalo a la Casa Real unas bellas y exóticas flores desconocidas en Europa: los tulipanes. De los jardines reales austriacos llegan a Holanda, donde encontraron tierra y clima propicios para cultivarse. A pesar de florecer unas cuantas semanas al año, comenzaron a convertirse en un bien muy codiciado por la sociedad.
Cada año un color de tulipán se ponía de moda. Así que hubo especuladores que, con tiempo, adquirían los bulbos del color que creían sería el de mayor demanda. Al ver las ganancias que este negocio traía, cada vez más gente comenzó a hacer lo mismo hasta que el 5 de febrero de 1637, cuando el bulbo de tulipán llegó a venderse en el equivalente actual de 275 mil dólares, tronó la burbuja. Ya todos tenían bulbos y nadie quería más. La gente entró en pánico. Se comenzaron a tratar de vender cada vez a precios más bajos hasta que, en pocas horas, valían lo mismo que una col de Bruselas.
En 1929 se reventó otra burbuja especulativa, pero esta vez con acciones en la Bolsa de Valores de Nueva York, que trajo como consecuencia la crisis mundial más profunda del siglo pasado. Décadas más tarde, en la de los noventa, el apetito por invertir en empresas de internet creó la “burbuja de los puntocom”, que también estalló escandalosamente.
A principios de este siglo se creía que el precio de la vivienda no podría bajar nunca, por lo que personas de todo el mundo, principalmente de Estados Unidos, comenzaron a adquirir casas cada vez más caras, como estrategia patrimonial y los bancos a prestar a sujetos sin capacidad crediticia. Total, si no pagaban, se quedarían con los inmuebles, activos de gran valor. La burbuja reventó, los precios se fueron al suelo y todos padecimos la crisis “subprime”.
Todos los casos de especulación masiva tienen las mismas características: hay un activo financiero que comienza a aumentar su precio por razones psicológicas o de percepción, sin un sustento real o razonable.
En momentos de tormenta económica, como la que padece el mundo, es cuando las burbujas son más vulnerables y tienden a reventarse con mayor facilidad. Así que estemos muy atentos y no vayamos a caer en una de ellas. Es momento de cuidar nuestro patrimonio.