El derecho humano al medio ambiente sano para el desarrollo y bienestar posee una doble dimensión; por una parte, dicha prerrogativa protege el ambiente como un bien jurídico fundamental y expresa el papel indiscutible que éste tiene en la realización de un plan de vida digno, a través del aseguramiento de las condiciones óptimas del entorno y la naturaleza, más allá de su relación con el ser humano y de la apreciación que este haga sobre aquellos, reconociendo que su valor intrínseco deriva de que su proceso o los procesos que la integran continúan y siguen aparentemente en un sentido: reproducirlo vivo, seguir existiendo, en su esfuerzo constante de adaptarse para sobrevivir, incluso a la acción humana.
Por la otra parte, la protección de este derecho humano constituye una garantía para la realización y vigencia de los demás derechos, atendiendo al principio de interdependencia, ya que, como se acaba de señalar, el ser humano se encuentra en una relación indisoluble con su entorno y la naturaleza, por lo que nuestra calidad de vida, presente y futura, nuestra salud e incluso nuestros patrimonios material y cultural están vinculados con la biosfera; en este sentido, la dignidad, la autonomía y la inviolabilidad de la persona dependen de su efectiva defensa.
En otras palabras, nuestra vida depende de la vida del planeta, sus recursos y sus especies. En este sentido, el ambiente es nuestro entorno y su bienestar es vital para subsistir. No obstante, lo anterior, el bios en sí tiene valor, independientemente de su importancia para la subsistencia del ser humano.
El derecho a un planeta sano, como derecho humano universalmente reconocido, sería un poderoso complemento del conjunto de instrumentos para salvar el planeta. El derecho a un medio ambiente saludable ya proporciona la base para gran parte del progreso que estamos viendo en diferentes naciones de todo el mundo. Lo que tenemos que hacer ahora es aprovechar este momento de crisis ecológica mundial para asegurar el reconocimiento de este derecho por parte de las Naciones Unidas, de modo que todos, en todas partes, se beneficien. El derecho humano a un planeta sano, si es reconocido por todas las naciones, podría ser el derecho humano más importante del siglo XXI.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 23% de las muertes mundiales están vinculadas al daño y la destrucción del medio ambiente, mientras que cientos de millones de personas padecen enfermedades relacionadas con entornos poco saludables y no naturales. El cambio climático da lugar directamente a tormentas más frecuentes e intensas, sequías, incendios forestales y aumento del nivel del mar, que a su vez amenazan la vida de miles de millones de personas. La pandemia COVID-19 tiene sus raíces en la pérdida de hábitat y el comercio ilegal de vida silvestre. Este nuevo derecho humano puede ayudar a garantizar que la recuperación ecológica mundial que el mundo necesita para reconstruir la sociedad después de la pandemia tenga en cuenta tanto la biodiversidad como las emergencias climáticas.
Tras esta pandemia debemos garantizar no dejar a nadie atrás. La justicia ambiental es la pieza que falta en la gobernanza mundial para lograr la equidad y la agenda 2030. Tener un nuevo derecho universal que defienda un medio ambiente sano garantizaría esa justicia social y ambiental.
Las naciones deben liderar este cambio, impulsar una nueva economía social, la recuperación verde que permita la revolución ambiental por la sostenibilidad. Así mismo, la nueva normalidad debe acabar con lo insostenible. Necesitamos globalizar el derecho a un medio ambiente sano y relocalizar la economía.
La salud de nuestro planeta es nuestra salud. Si nuestro planeta está enfermo, nos enfermamos. Y ahora mismo, nuestro planeta nunca ha estado más enfermo. La supervivencia de la humanidad ya está amenazada por las crisis del clima y la biodiversidad, y esta pandemia nos ha llevado un paso más cerca del borde. Para transformar y salvar la sociedad, el punto de partida debe ser asegurar que todas las personas tengan la misma línea de base: garantizar a todos el derecho a un planeta sano.
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