Fue en el año 2015 cuando Japan Railway (empresa japonesa líder en la construcción de trenes) estableció un nuevo récord mundial de velocidad, alcanzando los 600 km por hora a través de la tecnología por levitación magnética, creando así, una nueva línea de trenes que compite incluso, con el transporte aéreo del potente país nipón.
Al no haber fricción con el suelo, estos trenes suspendidos sobre sus vías y propulsados gracias a imanes con cargas magnéticas variables, alcanzan velocidades nunca antes previstas para el transporte terrestre, y lo más importante, libres de generación de agentes contaminantes.
La primera fase de este mega-proyecto, comunicará dos ciudades (Tokio-Nagoya), y está planeada para terminarse en 2027, lo que reducirá a 37 minutos un viaje que normalmente se tarda dos horas.
Sin embargo, Japón no es el único país en desarrollar esta increíble tecnología, Alemania, China e Inglaterra, han utilizado y siguen desarrollando prototipos de trenes maglev para transportar a sus ciudadanos y conectar sus economías de una forma más rápida y menos agresiva con el ecosistema.
Cuando esta administración, autonombrada “cuarta transformación”, anunció la construcción de un tren que conectaría la importante región que abarca la península de Yucatán, vino a mi mente ésta tecnología, más como una aspiración utópica que como una probabilidad real, antes bien, pensé en un tren eléctrico o como mínimo uno híbrido, pero confieso que nunca pasó por mi mente la puesta en marcha, en pleno siglo XXI, de un tren a base de diesel.
Un diesel de baja emisión de contaminantes, dicen sus defensores, lo que no dicen es que contaminar poquito ya no es una opción, mucho menos para los gobiernos. Tampoco nos dicen que ese tipo de combustible no se produce en nuestro país, por lo que tendremos que importarlo del vecino país del norte, lo que constituye un hecho de por sí contradictorio e incongruente, ya que al mismo tiempo se está construyendo una refinería en Dos Bocas, para dejar de importar combustibles.
Sumado a esto, está también el freno que la 4T está imponiendo a la generación de energías limpias (eólica y solar) y la reducción del presupuesto al sector ambiental, lo que pinta de cuerpo entero el viejo paradigma en el que vive la clase gobernante.
No es que quieran hacer las cosas mal, es que su lógica está fuera de época y se instala mejor en los años 60’s, el problema es que estamos en la segunda década del siglo XXI y nuestros problemas y el entendimiento de los mismos evolucionaron, como lo hace todo en el planeta.
En nuestro actual entendimiento científico (en concordancia con muchas de las antiguas civilizaciones), la calidad de vida del individuo no puede separarse de la calidad del ecosistema, porque ambas son una y la misma cosa. La idea egocéntrica de que el hombre es el centro y medida de todo, es una ilusión equivalente a pensar que todos los astros, galaxias, universos y multiversos, giran alrededor de la tierra, sólo por el hecho de que, al mirar al cielo, así lo percibimos.
Los seres humanos, tendemos a pensar que venimos a este mundo, cuando en realidad nacimos de él, somos producto de su evolución, y nuestro destino está íntimamente ligado a ese frágil pero increíble equilibrio natural.
El nuevo paradigma de los gobiernos y sus ciudadanos, subyace en este entendimiento de integración del ser humano con el medio ambiente, porque somos tan parte de él, como él es parte de nosotros y todo aquello que impacte negativamente a la biodiversidad también nos afecta, por lo que cualquier proyecto que la vulnere, no puede ufanarse de mejorar nuestra calidad de vida.
Gobernar con visión de Estado, implica tomar responsabilidad por el presente, pero sobre todo por el futuro. El día que se eche a andar el Tren Maya, será el mismo día que requiera modernizarse y eso no sólo es apostarle al pasado, sino también significa empeñar el futuro.
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*El autor es maestro en gobierno y políticas públicas por la Universidad Panamericana, consultor político y actualmente se desempeña como director de información del Heraldo de México Televisión.
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