La historia sobre la vida en el Planeta Tierra señala que comenzó en el océano, y es el océano, hogar de la mayoría de la biodiversidad del Planeta, desde diminutos organismos unicelulares hasta la ballena azul, el animal vivo más grande del planeta, su masa equivale a 40 elefantes africanos.
Los océanos contienen aproximadamente 1.35 billones de kilómetros cúbicos de agua, lo que representa aproximadamente el 97% del suministro de agua en el Planeta, además contienen rastros de todos los elementos químicos encontrados en la Tierra. Son una fuente de alimento, garantizan la seguridad alimentaria a millones de personas en todo el mundo, son fuente de materias primas, de minerales, metales preciosos, entre otros; además, contienen un importante recurso energético -petróleo y gas-, producen energía renovable gracias a la fuerza de los movimientos marítimos y a las corrientes submarinas, lo que se traduce en energía hidráulica.
Los océanos sirven de regulador climático, ya que absorben el exceso de calor y lo transmiten a la atmósfera, distribuyéndolo por todo el mundo a través de las corrientes oceánicas, siendo el rector de las condiciones meteorológicas, actuando como aire acondicionado en verano y calentador en invierno, también regulan los efectos del cambio climático intercambiando gases con la atmósfera, asimismo, producen la mayor parte del oxígeno con el que contamos en la atmósfera, incluso más que los bosques y selvas.
Desde el punto de vista socioeconómico, los océanos tienen un rol importante en el desarrollo de las comunidades -especialmente las rivereñas-, ya que son soporte económico, generadores de recursos laborales y económicos en las tareas relacionadas con el mar, partiendo de la pesca, el turismo, comercio, la industria e investigación. Sin olvidar su importancia como vías de comunicación a través transporte marítimo.
En la última década se ha vuelto cotidiano hablar de la destrucción y fragmentación de ecosistemas, de la pérdida de biodiversidad, de la contaminación atmosférica, del cambio climático, del calentamiento global, etc., el tema es que nos referimos a zonas terrestres, ya que su destrucción es evidente, difícil de ocultar, y rara vez escuchamos o nos interesamos por la contaminación de los océanos.
Ciertamente no somos conscientes de la cantidad y variedad de desechos que se arrojan al mar, o del impacto que nuestras actividades han tenido, desgraciadamente ha quedado en segundo término, y resulta preocupante que no nos ocupemos en dar solución a este tema, un ecosistema marítimo que sustenta la vida y domina nuestro mundo.
Durante las últimas dos décadas se han realizado esfuerzos en sensibilizar sobre las consecuencias de las emisiones de gases de efecto invernadero en los océanos. Al día de hoy sabemos el grave daño que el dióxido de carbono provoca a los océanos, no sólo es la acidificación de los océanos que impacta de manera grave a los arrecifes de coral, se comienza a reconocer más ampliamente, que la temperatura en los océanos a nivel mundial está siendo afectada considerablemente como consecuencia del efecto que el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Aproximadamente un 93% del posible calentamiento atmosférico, causado por las emisiones desde mediados del siglo XX ha sido absorbido por el océano, creando el fenómeno del calentamiento oceánico.
Este calentamiento oceánico podría desencadenar una serie de efectos devastadores para la vida en el Planeta, pues el agua caliente contiene menos oxígeno, al mismo tiempo, el aumento de la temperatura de la superficie hace que sea más difícil para el oxígeno llegar a zonas profundas del océano. La mayor pérdida de oxígeno ocurre entre los 90 y los 650 metros de profundidad -existen zonas de hasta 11km de profundidad-. El oxígeno suele reponerse cuando el agua de la superficie se mezcla con el agua más profunda pero, al estar el océano más caliente, existe menos posibilidad de una mezcla oceánica vertical.
Diversos estudios indican que los océanos se están quedando sin oxígeno a gran velocidad, se ha demostrado que existen 10 veces más áreas oceánicas con poco o nada de oxígeno, un dato alarmante, ya que la mitad del oxígeno de la Tierra se origina en el océano, a este fenómeno se le conoce como “desoxigenación oceánica”.
Otra de las causas se atribuye al crecimiento de algas, como el sargaso (Sargassum sp.), ya que las descargas de aguas residuales producto de las actividades agrícolas, han provocado un crecimiento excesivo de algas, debido al aumento de nutrientes en el agua. El proceso de descomposición de las algas consume el oxígeno, teniendo una nueva fuente de desoxigenación oceánica. Las zonas con poco o ningún oxígeno reducen los hábitats para la vida marina, la falta de oxígeno suficiente puede impedir el crecimiento en los organismos, dañar su ciclo reproductivo, alterar su comportamiento y provocar enfermedades o la muerte. También puede inducir a la emisión de óxido nitroso, que es más potente que el dióxido de carbono.
Desgraciadamente los océanos seguirán perdiendo oxígeno, mientras más caliente esté el agua, menos gases podrán absorber. Dicho calentamiento también cambia los patrones de circulación de las corrientes oceánicas, dado que el sistema de corrientes superficiales y profundas suministran oxígeno al océano profundo, estos cambios pueden afectar al contenido de oxígeno en todo el océano.
La combustión de desechos fósiles y la agricultura mal planeada contribuyen tanto al calentamiento global como al enriquecimiento excesivo de las aguas con nutrientes. Las aguas residuales no tratadas también contribuyen en gran medida al agotamiento del oxígeno en las aguas costeras. Las estrategias de reducción de nutrientes deben ser más eficaces, utilizando marcos normativos más estrictos y proponiendo el uso tecnologías con el fin de reducir los nutrientes que se vierten. Sin embargo, es necesario realizar un esfuerzo drástico de mitigación al calentamiento global, principalmente reduciendo de forma urgente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Para restaurar el oxígeno perdido se tiene que reducir al mínimo o eliminar por completo las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La desoxigenación por calentamiento no puede revertirse fácilmente, por lo que una acción pronta para limitar las emisiones de dióxido de carbono y reducir el calentamiento producirá beneficios palpables al momento.
No obstante, se requieren esfuerzos continuos para cuantificar las tendencias de la desoxigenación oceánica y contar con modelos que proyecten las condiciones futuras del oxígeno, entender las consecuencias de la desoxigenación en los procesos naturales nos ayudará a establecer estrategias eficaces, sobre todo en el sector pesquero, ya que de ello depende la seguridad alimentaria de muchas comunidades.
Las soluciones a la desoxigenación de los océanos y la elaboración de estrategias de adaptación requieren del trabajo coordinado entre gobierno y grupos de expertos; el trabajo científico es fundamental para la toma de decisiones y se adopten las medidas necesarias para frenar la creciente desoxigenación.
La desoxigenación de los océanos es un problema progresivo que requiere de atención inmediata, infortunadamente no puede revertirse fácilmente, de hecho, se estima que el oxígeno oceánico tardará siglos en recuperarse debido a las emisiones constantes de gases de efecto invernadero emitidas a la atmosfera.
La desoxigenación está íntimamente relacionada con el calentamiento global; la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero es el único medio para evitar la pérdida generalizada de oxígeno en el océano. Cuanto mayor sea el retraso en disminuir estas emisiones, mayores serán las consecuencias que habremos de afrontar en el futuro, un futuro próximo.
Sin oxígeno, la vida marina morirá, pues necesita oxígeno para respirar. La falta de oxígeno en los océanos también incide directamente en la pérdida de los medios de subsistencia del ser humano y como resultado, la especie humana no tendrá medio de sustento en el Planeta Tierra.
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