La empresa Parametría publica el resultado de su última medición de opinión pública y los principales resultados de la misma nos llaman a reflexionar sobre las preocupaciones de la sociedad en general y su distancia respecto a las que sostiene la sociedad civil organizada.
La percepción social muestra una preocupación relevante en dos temas: economía y salud. Si bien es entendible que estos temas sean prioridad por la relevancia de los mismos, tanto para el bienestar como para la vida misma de la población, también debe destacarse la naturaleza del debate político que alrededor de estos temas se ha realizado en los medios de comunicación y, particularmente, en las redes sociales. La confrontación, la violencia verbal y la descalificación han sido el hilo conductor del debate público que incluso ha sido concebido como la confrontación del pueblo contra la élite depredadora política y económica a quien se asignan la mayoría de los males nacionales.
Es así que la medición en cuestión también refleja este ánimo político alrededor de los temas, cuya dinámica de discusión ha llevado desde pensar en la revocación del mandato del presidente hasta la intentona de dotar al mismo de poderes meta constitucionales en detrimento de la división de poderes que establece nuestro sistema político.
La salud y la economía representan en esta medición el 85% de la preocupación de los ciudadanos mientras que los grandes temas de preocupación al inicio de la administración (inseguridad y corrupción) se ubican con el 9% y 6% respectivamente. Así los grandes compromisos incumplidos por esta administración, en su resolución o al menos en su combate eficaz, pierden notoriedad en su rango de exigencia a la 4ª Transformación, seguramente a este hecho se refiere el presidente al mencionar que las crisis que enfrentamos le “vienen como anillo al dedo” a su administración.
En el ámbito sanitario, la construcción de una narrativa que inicialmente relativizó la capacidad mortal de la pandemia, significado esto por el comportamiento del propio presidente y la decisión de aplicar un criterio político para el manejo de las cifras de infección y defunción correspondientes, generó confusión en la población respecto de las medidas a adoptar. Posteriormente y ante la realidad mortal de la pandemia, la narrativa tuvo que ajustarse a las evidencias y dictar medidas sanitarias. No obstante las estrategias gubernamentales, “la sana Distancia” y “Quédate en casa”, se promovieron de forma tardía y laxa, a buen recaudo de señalar que sería responsabilidad de la población y el acatamiento de las mismas de lo que dependería su grado de eficacia. Por esto no es extraño que actualmente 47% de la población considera que se ha exagerado ––mucho o poco–– sobre los riesgos del coronavirus.
La discusión sobre la crisis económica que enfrentamos y la cual debemos recordar inició a la par de la presente administración en atención a sus acciones de política económica y empieza a profundizarse por los efectos de la parálisis económica necesaria para hacer frente a la pandemia, se ha caracterizado por la intención gubernamental de llevarla a un término ideológico. Los lugares comunes presentes en el discurso oficial señalan a la población la preocupación primaria y única por atender a los sectores más desfavorecidos y a promocionar que las críticas a estas acciones, para muchos “clientelar/electoral”, del presidente constituyen la búsqueda de privilegios para los sectores empresarial y conservadores afectados. Este sesgo ha inhabilitado no solamente la búsqueda de consensos sino el análisis sin prejuicio de acciones económicas emprendidas por propios organismos del Estado que en ejercicio de sus atribuciones han tomado medidas al margen del interés político del ejecutivo, como es el caso del Banco de México, quien ha procurado darle liquidez al sistema financiero mexicano.
Los beneficios de este discurso interesado, si bien se ven reflejados en lo que constituye una prioridad para el presidente de la República, que es mantener su base de apoyo, tendrá repercusiones económicas graves para la estructura productiva del país, y más temprano que tarde se reflejará en los niveles de desempleo que habrá de sufrir la propia base de apoyo electoral que el presidente pretende conservar.
Alberto Pérez Blas