La pandemia de COVID-19 se ha comenzado a incluir en el catálogo citado, debido a que sus implicaciones negativas en la economía
Seguramente a lo largo de toda esta pandemia, el apreciable lector ya ha escuchado el término “Cisne Negro”; título que da nombre a la teoría del filósofo libanés Nassim Taleb, que describe a los eventos “imprevistos” que tienen una influencia negativa en la economía mundial.
Como ejemplos podemos referir los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, la crisis inmobiliaria de 2008, la gripe española, entre muchas otras catástrofes que han puesto en jaque a nuestro ya de por sí endeble sistema financiero internacional.
En cuanto a la pandemia de COVID-19, esta se ha comenzado a incluir en el catálogo citado, debido a que sus implicaciones negativas en la economía están pintando en el lienzo de lo catastrófico.
Sin embargo, hace unos días el Banco de Pagos Internacional, que es el banco de los bancos centrales, publicó un libro titulado “El Cisne Verde”, resultado de una investigación acerca de las crisis financieras provocadas por el cambio climático.
Sumado a lo anterior, el periódico norteamericano The Washington Post publicó la semana pasada un artículo del analista político Josh Rogin, en donde señala, con base en cables diplomáticos de la embajada estadounidense en Pekín, que a pesar de que no hay evidencias de que el virus haya sido creado en un laboratorio, eso no implica que la propagación del mismo no se haya dado a través de uno.
Es decir, en dichos cables diplomáticos se insinuaba que la escasez de investigadores y técnicos capacitados en centros de investigación de Wuhan ponía en riesgo la seguridad dentro de estas instalaciones.
Pero lo que llama la atención, no son las acusaciones en sí mismas de un país en contra del otro, acerca de las responsabilidades en el inicio de la pandemia; sino el reconocimiento del factor humano, sea cual sea el motivo, en la propagación de la COVID-19.
Al mismo tiempo, el artículo señala, desde una perspectiva de salud pública e independiente del sesgo humano que pueda contener, que este hecho tendría que obligarnos a vigilar de forma permanente la relación animal-humano, con el propósito de prevenir futuras epidemias.
En la misma lógica, la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA) afirmó a través de uno de sus asesores, que el coronavirus tiene una relación muy cercana con el tráfico de especies y el crecimiento desproporcionado de las ciudades, lo que ha causado que el ser humano invada los ecosistemas donde habitan diversos tipos de fauna.
Además, la AIDA puntualizó que él está derritiendo Groenlandia a una velocidad increíble, lo que puede exponer a microorganismos de los cuales no tenemos ningún conocimiento, puesto que llevan millones de años bajo tierra.
Así, parece que, a diferencia del Cisne Negro de Taleb, el Cisne Verde hará apariciones no del todo imprevistas y las hará más periódicamente y en parvada, en forma de incendios, pandemias y tsunamis, lo que puede ser interpretado como una respuesta agresiva del planeta por la forma en la que lo estamos consumiendo.
Por todo lo anterior, el cambio climático nos debe impulsar a llevar a cabo a una gran reforma del sistema financiero y del modelo económico imperante, en donde los gobiernos, las empresas y los ciudadanos vayan más allá de la idea abstracta de la capitalización per se, para adquirir una conciencia unificada que nos impulse a asumir objetivos más trascendentes como especie en coexistencia.
JORGE IVÁN DOMÍNGUEZ
DIRECTOR DE INFORMACIÓN DEL HERALDO DE MÉXICO TELEVISIÓN
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