El informe del presidente del domingo cinco de abril va a pasar a la historia de los discursos presidenciales. Ante la crisis de salud y económica que vive el mundo y el país se generaron grandes expectativas sobre lo que diría. La sociedad esperaba el anuncio de un plan nacional de emergencia, para enfrentar la crisis económica derivada del COVID-19. Eso no sucedió.
En lugar de eso el presidente, solo y en medio de un gran escenario en uno de los patios de Palacio Nacional, que lo hacían ver muy pequeño y aislado, pronunció el quinto informe en los 16 meses que lleva de gestión. En un discurso anticlimático dijo lo mismo de siempre que ahora sonó más hueco e irrelevante.
El discurso establece un antes y un después de su gestión a la que todavía le faltan cuatro años y medio. Ese día, de cara a amplios sectores de la población, se vio como un presidente incapaz de reconocer la gravedad del momento y actuar en consecuencia. Se le vio poca cosa ante la dimensión de la tarea.
La actitud del presidente contrastó con la de otros mandatarios de América Latina y del mundo que asumieron programas extraordinarios con objeto de hacer frente a la pandemia, conservar el trabajo y ayudar a quienes lo perdieron. En el comparativo el presidente se vio todavía más desubicado de la realidad y también insensible ante las necesidades de la población.
En su discurso – intrascendente, aburrido y lleno de datos menores -, el presidente planteó que para hacer frente a la crisis estaban los programas sociales contemplados en el Plan Nacional de Desarrollo. En la medida que avanzaba en la lectura de su informe confirmaba la idea de vivir en otro mundo. Hablaba a otro país y en otro momento.
Mencionó en varias ocasiones que se trataba de una “crisis transitoria”, pero nunca mencionó cuáles eran las medidas extraordinarias, para hacerle frente. Con su texto, leído de manera plana y sin ningún énfasis, trató, sin lograrlo, de minimizar la dimensión la crisis de salud y la económica.
Con datos falsos afirmó que en México había menos infectados con COVID-19 y también menos muertos que en otros países. La estadística oficial sobre la pandemia ha sido por lo menos confusa. En su intento de restar importancia a la gravedad del problema y politizarlo, que es el espacio donde se mueve, sostuvo que “la corrupción era la peor de las pandemias”.
El presidente tuvo una oportunidad, que muy pocas veces se presentan, de pasar a la historia y plantarse como un hombre de Estado a la altura de las circunstancias. No lo hizo. Proyecto a un personaje menor insensible, ajeno a la realidad e incapaz de asumir su responsabilidad. La historia de México va a registrar este momento. Es, al final, lo que va a definir su mandato presidencial.
Twitter: @RubenAguilar