Tras la declaración realizada Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, que no habrá excepciones al decreto presidencial de desaparición de fideicomisos, lo cual confirmaría la extinción del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), así como el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (Foprocine), el actor Alberto Estrella compartió la siguiente reflexión:
Caigo en cuenta de lo mucho que le debo a Willebaldo López. Fue el primer escritor mexicano que conocí en persona, fue el primero del que actué una obra de teatro mexicano, a los 15 años en el Teatro INJUVE, “Cosas de muchachos”. Muy jovencito fui invitado, casi de colado, a un grupo que él dirigía y que una vez a la semana se reunían para hablar de teatro, más bien para que él hablara de teatro.
Tengo vagos recuerdos de esa casa antigua, entraba uno e inmediatamente se topaba con una escalera de madera con amplios escalones casi verticales que sonaban y rechinaban a cada paso, se llegaba a una amplia estancia donde nos acomodábamos, incluso sentados en el piso.
Willebaldo hablaba, entre muchas cosas, de un proyecto para realizar en la colonia San Rafael: Un Corredor Cultural con varios teatros en la calle Antonio Caso y que abarcaría desde Insurgentes hasta Altamirano.
Un espacio auspiciado, de inicio, por las instancias culturales de este país y el cual tendría cerca de 12 teatros con escuelas para talleres de danza, teatro, malabares, pantomima, pintura, escultura, acrobacia, canto, dramaturgos, cineastas en donde se daría trabajo a decenas de creativos, técnicos, maestros, personal de limpieza y de cocina, lo cual haría que ese Corredor Cultural fuera un espacio en donde la creatividad y la economía fluyeran de manera natural, espacios autosuficientes.
Yo, más que nadie, sé lo complicado y difícil de levantar y sostener un espacio creativo; sin embargo, no dejo de pensar a tantos años de distancia lo benéfico que hubiese sido el haber obtenido 12 casas y haberlas convertido en teatros y escuelas de arte, decía el “El Brodway mexicano” el “West end en México”.
Pasaron muchos años desde entonces y a estas alturas estaríamos con otra mentalidad con esa idea: compañías creadas para estos teatros en donde cada grupo se haría responsable y se comprometiera a su sustento.
“Teatro sólo mexicano”, decía, en por lo menos cinco de estos teatros para difundir obras de los grandes dramaturgos mexicanos y dando oportunidad a innumerables jóvenes creativos de las nuevas e intermedias generaciones.
No sé si algún día se realizará este proyecto pero de tan sólo pensarlo me ilusiono. Mentes adelantadas como las de él en dónde la convicción de que el teatro es mucho más que un divertimento, en donde cada espacio teatral se convirtiera en la esencia de lo que muchos comulgamos, un espacio para crear, transformar, confrontar, para lograr un teatro de ideas para formarse como ser humano.
Mi mente desde ese momento se inoculó con esa semilla. El teatro no es la realidad pero la altera, la transforma. Además de admirarlo como un gran creativo desde entonces lo admiré como un gran visionario, como un verdadero hombre de teatro, como un soldado del teatro, como un amante el teatro.
Gracias Willebaldo.
Alberto Estrella