Soy Daniel Valdez sacerdote, te saludo y comienzo por decirte que todo ser humano desea ser amado, pero teme ser abandonado. De eso voy a tratar en la reflexión de hoy. Y también aclaro que estaré respondiendo a una necesidad empática y asertiva ante un mundo asustado que necesita una Iglesia valiente y prudente, porque nadie es inmune al miedo, llevará todos los días el título de “Código mayor amor”.
Este es el lunes de la V Semana de Cuaresma. E iniciamos la llamada “Semana de la Pasión” y el próximo viernes el tradicional Viernes de Dolores.
Estamos a un día de terminar el mes de marzo. Animo.
- LECTURA
Juan 8, 1-11:
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a esas mujeres. ¿Tú qué dices?»
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra». Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?» Ella le contestó: «Nadie, Señor». Y Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar».
- REFLEXIÓN.
El pasaje del evangelio de este día nos ofrece el clásico estilo de los que se la pasan viendo la vida de los demás y descuidan la suya. De sobra he insistido que cuando una persona señala a otra, tres dedo le apuntan a sí mismo. El amor de Dios siempre nos hace pensar en que nosotros no hemos sido puestos para juzgar a nadie. Y el único que nos podía juzgar murió para defendernos.
No hay amor más grande que dar la vida por los demás. Y eso es real, para muestra basta un botón, la organización “Médicos sin fronteras” son muestra de ello. Yo estuve ahí soy testigo, muchas veces curábamos con los mínimos de rudimentos.
Es más fácil amar que odiar. Pero cuando un ser humano teme verse abandonado desarrollo complejos de inferioridad que disfraza de superioridad y oprime a los demás. Así son por ejemplo los misóginos, los homofóbicos, los androfóbicos o misandros. No sabemos cómo fue que los fariseos y escribas sorprendieron a la mujer en flagrante adulterio, pero si sabemos que era una trampa para Jesús aunque se “llevaran entre las patas a la mujer”; si Jesús acepta la ley de Moisés es un incongruente con su doctrina de amor; y si se opone lo está haciendo a la ley de Moisés. Y por una o por otra él debe ser apedreado. Pero “sacó el haz de la manga”, ninguno estaba limpio de pecado y se retiraron, tal vez como dice el pasaje del profeta Daniel sobre el juicio de la casta Susana, comenzando por «los más viejos en vicios en mañas.»
Lo más curioso es que san Agustín de Hipona, junto con otros autores antiguos, dan cuenta de que este pasaje había sido quitado de muchas copias del evangelio de Juan porque podía alentar al pecado de adulterio o servir de excusa para no reconocer su gravedad. Además, la negativa de Jesús a condenar a la mujer adúltera, les parecía que entraba en conflicto con la estricta disciplina que el apóstol Pablo había ordenado que debía observase con ciertos tipos de pecado (1Co 5, 9-11).
San Lucas nos relata ese mayor amor en el pasaje del Padre misericordioso ante el hijo pródigo y el hermano envidioso.
No hay mayor amor que el de Dios siempre dispuesto a perdonar y que quiere salvar al mundo, solo que él mismo puso un orden y leyes a la naturaleza. Tan simple como que “el que escupe al cielo le cae a la cara”. El que rompe sus leyes enfrenta a la naturaleza misma, y no es castigo de Dios sino alerta y llamadas de atención; este planeta está vivo es más inmenso que toda la humanidad junta y se está defendiendo de lo mucho que lo hemos agredido. Ojalá se entienda, no somos dueños, sino inútiles siervos que a veces no hacemos ni siquiera lo que nos toca.
Prosigo, si todo ser humano quiere ser amado y teme ser abandonado. ¿Imagínate lo que siente quien se ve traicionado? Esta mujer sorprendida en flagrancia no se vio solo juzgada y amenazada sino también traicionada, sin embargo el mayor amor de Dios en Jesús mismo la salvó, no la condenó y la perdonó!
Amén, amén, Santísima Trinidad.
Padre Daniel Valdez García
*El Autor es Profesor en la Universidad Autónoma del Estado de México.
Estudió Sacerdote y Especialidad en Bioética en U.A.E.M.
Estudió en el Seminario Diocesano de Toluca.
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