En la pasada columna de Razón en Blanco señalé que el Estado y el modelo actual económica y democráticamente hablando están tomando un aire en cuanto a la presión social que demanda cambios desde la sociedad civil hacia las estructuras económica y estatal respectivamente.
También señalé que pareciera que algunos Estados van a provocar que sus gobiernos se vuelvan indispensables para la gestión de las crisis. En teoría ese es el fin del Estado, proteger a los ciudadanos y dotar de forma a la organización social para la cobertura de las necesidades básicas de los ciudadanos, en resumen, mantener las reglas de juego equilibradas para mantener la paz social.
En teoría política de la sociedad civil se habla de que el Estado ha perdido fuerza frente a las estructuras económicas y que este vacío del Estado como organización política ha sido ocupado en gran medida por la sociedad civil, pero sobre todo por la estructura económica.
Imaginemos un Estado que no cumple con sus funciones de seguridad, de protección civil, de empleo, de vivienda, de salud o de educación. O lo que puede ser aún más grave, no atiende correctamente una crisis sanitaria como la que hoy estamos viviendo en nuestros días.
¿Qué deberíamos hacer los ciudadanos? ¿Quién o qué podría favorecer una buena gestión de las crisis?
La respuesta, aunque compleja, puede ser en gran medida la sociedad civil organizada que, atendiendo a los consejos de las organizaciones y organismos internacionales pudiéramos, todos, organizarnos para tomar medidas y empujar para que la agenda pública y la sociedad en general actuemos en consecuencia.
De hecho, esto ya ha sucedido en México y en varios países del viejo continente, la sociedad civil mexicana ha tomado ciertas medias para la contingencia del COVID 19, un ejemplo de ello fue la decisión del Tecnológico de Monterrey que, viendo la situación de crisis sanitaria del COVID-19, decidió cancelar las clases presenciales en sus planteles universitarios y de bachillerato, para continuar con la formación de todos sus alumnos vía remota, incluso antes de la decisión oficial del gobierno.
Otro ejemplo de esto es la decisión de los Banqueros de México para extender el plazo del pago de las deudas y créditos de sus clientes como una forma de apoyar a esta contracción económica que seguro viviremos en los próximos meses.
Así mismo, las cámaras empresariales y algunos partidos políticos de la oposición han señalado la necesidad de elaborar un plan económico para contener la caída de la economía, las finanzas, el consumo y la subida del dólar. Ese plan aún no llega y es probable que nunca llegue. Por eso es importante que los mexicanos se organicen para evitar que la crisis aun pueda resultar más dura de lo que ya venía siendo en los meses previos al inicio de la contingencia sanitaria.
Lo dicho, el Estado no lo es todo, y siempre he insistido en que mientras más personas comprendamos que el Estado aunque obligado por su razón de existencia, deba cubrir con las necesidades básicas de sus ciudadanos, también es verdad que hay gobiernos que no cumplen con estas obligaciones y que, si esto es así, la autonomía social deberá estar presentes como se ha visto en los últimos días en México. Los ciudadanos somos más que el gobierno, aunque algunas veces pensemos que es lo contrario.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
Correo: cgonblanc@aim.com