El pasado 8 de marzo fue histórico para México, alrededor de 150,000 mujeres nos reunimos en el Monumento a la Revolución, para dar inicio a una emblemática marcha en favor de nuestros derechos; mismos que han sido pisoteados históricamente hasta hoy.
¡Ni una más! Gritamos enérgicamente entre las fuentes de Reforma, teñidas de rojo para representar la sangre de las víctimas de feminicidios y abusos. La energía femenina se sentía en su máximo poder y esplendor, ese día no tuvimos miedos, nos sentimos seguras entre la contención de sororidad que nos envolvía, era nuestro día; es nuestra lucha.
Así entre gritos y reclamos, llegamos hasta la plancha del Zócalo. ¡Estamos hartas! Tan solo en enero de este año, 320 mujeres fueron asesinadas. Dentro de esta cifra 73 de los fallecimientos fueron clasificados como víctimas de feminicidio, lo que significa que 10 mujeres fueron asesinadas cada día en México en el primer mes del año.
México vive una crisis de violencia de género y feminicidios que es urgente resolver. Diariamente, cientos de niñas y mujeres son agredidas, violadas, asesinadas y revictimizadas por individuos e instituciones que nos violentan tanto en lo social como en lo político y económico. Las cifras son de horror y sin embargo poco sabemos de la magnitud real del fenómeno.
Son las mujeres más jóvenes, hartas de tanta simulación, quienes se han organizado en un poderoso movimiento que reclama la titularidad de sus derechos y rechaza el estado actual de las cosas, exigiendo un nuevo pacto social. La demanda es clara: el Estado mexicano debe reconocer la magnitud de la violencia contra nosotras y cambiar en consecuencia.
El gobierno no ha demostrado preocuparse por el tema, hasta la fecha no han presentado ni una sola política pública para mitigar el impacto de violencia de género en el país, propiciar seguridad para las mujeres y sobretodo implementar programas de educación humanitaria y cultura, para fomentar el respeto desde los niños. Mientras esto sucede, la urgencia e indignación se acumulan y dan paso a la unificación entre las mujeres y a la creación de nuevas formas de exigencia.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) demuestra que de las mujeres mayores de 15 años que quedamos vivas, el 66% hemos sufrido algún incidente de agresión física (34%), emocional (49%), económica (29%) o sexual (41.3%), y que lo hemos sufrido a manos de agresores conocidos o desconocidos, tanto en el espacio privado como en el público.
Es imperativo informar, fomentar y posibilitar la denuncia por parte de las mujeres. Se deben posibilitar opciones de salida para esas mujeres que no están seguras en el hogar y que deben abandonar el espacio familiar luego de denunciar a su agresor.
Así mismo, es importantísimo revisar los casos de violencia que no han sido resueltos y encontrar la falla dentro del proceso para su esclarecimiento. La impunidad ha desgastado enérgicamente la seguridad del país y la credibilidad en el gobierno.
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