Cuando se trata de materia económica y se asume una postura basada en los resultados para saber si su conducción va bien o mal, parecería que es cuestión de enfoques, que se basa en lo que nos hacen creer. Así nos pasa con la danza de cifras que las fuentes oficiales nos presentan, me explico. Cuando leemos que se recortan las expectativas de crecimiento económico para nuestro país para este año (de 2.6 % a 2.4%) y en 2019 (de 2.9% a 2.6%) nos llena un ambiente de pesimismo y de acostumbrada critica de que todo va mal y que estará peor.
Y es aquí cuando debemos de recordar que si bien, se viven tiempos de inestabilidad económica, las causas no vienen desde dentro, que son externas y que tendrán impacto sobre nuestro sistema económico, la pregunta debe ir en el sentido de saber si contamos con las condiciones para hacerle frente.
El problema viene cuando las aparentes malas cifras son usadas como botín político por grupos opositores y se dedican a alimentar el hartazgo.
Por ello necesitamos observar con seriedad que nuestro país está considerado de los más estables en Latinoamérica (se prevé que el resto se contraiga en un 0.6 por ciento mientras nosotros creceremos), que se está aprovechando el fortalecimiento de la economía de los Estados Unidos, que contamos con bajos niveles de inflación, que hay y habrá una saludable demanda doméstica.
Por eso debe de existir alta responsabilidad a la hora de interpretar las cifras, colocarlas en el contexto adecuado, dejar de ser profetas de la desgracia y también señalar aquello que se está haciendo bien –que no es menor- y que precisamente nos permite un grado de estabilidad económica respecto del resto de las naciones en América Latina y el Caribe.
Nos han acostumbrado a que cada reporte económico o aparente mala noticia se lleve al rincón de las desgracias, parece una repetición histórica dentro del pensamiento colectivo, nos han orillado a no cuestionarnos acerca de la veracidad de las aparentes malas noticias, las multiplicamos en cafés y comidas, pero esto pasa porque quienes son responsables de poner en el contexto adecuado lo que le sucede a nuestro país, tampoco terminan por entenderle y caemos en ese laberinto inacabado de repeticiones, nos volvemos teóricos de la desgracias. Pero es cierto, la mayor responsabilidad proviene de esas voces públicas que se dedican a denostar todo lo que proviene o huele a gobierno –de cualquier orden- sencillamente porque no son ellos los que no están al frente, por eso ya es tiempo de que seamos nosotros quienes defendamos que lo negativo no siempre es lo verdadero.
Luis David Fernández Araya
Economista
Twitter: @DrLuisDavidFer
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