El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) es formalmente un partido político que goza del conjunto de las prerrogativas que le otorga la ley electoral, pero en los hechos es un conglomerado de ideas e intereses de lo más distinto e incluso contradictorios. La argamasa que los une es el poder.
Esta fuerza política se define como movimiento y no como partido. En la medida que pasan los meses, ya sin el proyecto de poner en la presidencia a su fundador, Andrés Manuel López Obrador, tarea ya cumplida, los conflictos se multiplican en la yuxtaposición de concepciones y proyectos personales.
En noviembre pasado, en dos ocasiones, la organización no fue capaz de celebrar las elecciones internas tal como está planteado en sus estatutos y las tuvo que postergar. Este domingo se celebró un Congreso Extraordinario que puso en evidencia las tensiones en Morena, que se ven como irresolubles.
Después de muchos esfuerzos pudieron registrar en el INE un padrón de afiliados de solo 307 mil que representa el 10 % de los que decían tener. El PAN, el PRI y el PRD registraron más afiliados.
Su estructura interna es muy débil y también sus mecanismos institucionales. La lucha por el control de la organización se manifiesta y los conflictos dentro de la estructura se multiplican. La actual presidencia está muy debilitada.
Ahora su fuerza electoral está en el gobierno que utiliza plazas y puestos, para contratar a cuadros que promueven a la institución en el territorio (superdelegados, Siervos de la Nación…), y también el uso evidente de los programas sociales, para promover al presidente y al movimiento. En uno de ellos se utiliza su firma.
El futuro de Morena es incierto y voces al interior del partido hablan ya de las dificultades a las que se van a enfrentar para resolver las candidaturas del 2021 (14 gubernaturas, 500 diputados federales y 1,200 alcaldías). Políticos de diversas fuerzas se inscribieron en Morena, para ser candidatos no por razones ideológicas. ¿Se responderá a sus expectativas?
Morena, el conglomerado amorfo de distintas fuerzas, causas e intereses, sin el candidato López Obrador vale menos. De diciembre de 2018 a noviembre de 2019 pasó de 46 % de apoyo a 36 %. Una caída de diez puntos (El Financiero, 09.12.19). Para ese mismo periodo en otras encuestas la baja es de 20 puntos.
La pérdida de Morena pasa a engrosar el número de los indefinidos que de 33 % en diciembre de 2018 llegan a 42 % en noviembre de 2019. Ni un punto se va a los partidos de la oposición.
Y la imagen positiva de Morena también cae y pasa de 61 % que la calificaba de muy buena y buena en febrero de 2019 a 42 % en noviembre. Una caída de 19 puntos. Y la imagen de muy mala y mala crece 12 puntos al pasar de 16 % al 28 % en ese mismo tiempo.
El gran reto de la oposición es aprovechar la caída de Morena y sumar a nuevos simpatizantes. Hasta ahora no ha sido capaz de hacerlo. Ésta sigue siendo la gran ventaja del partido del presidente.
Twitter: @RubenAguilar