A las 16.30 del 10 de enero de 1981, tenía un contacto en un café de Metro Centro, frente al Hotel Camino Real, ahora Intercontinental, con Betty, la responsable de la Comisión de Propaganda de la Fuerzas Populares de Liberación (FPL) “Farabundo Martí” en El Salvador.
Me entregó una lista de los barrios donde ese día, en unas horas, iban a operar comandos urbanos de las FPL. Se iniciaba así la Ofensiva General que daba inicio a la guerra civil en El Salvador, que duró once años hasta la firma de los Acuerdos de Paz en el Castillo de Chapultepec en 1992.
En ese momento mi tarea era reunir a un grupo de periodistas, hospedados en el hotel, para desplazarnos a esos lugares con objeto de que la prensa internacional fuera testigo del comienzo de los combates entre el gobierno y las cinco organizaciones guerrilleras agrupadas en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Desde finales de diciembre había rumores de que podía empezar la guerra. Por medidas de seguridad algunas agencias de prensa habían instalado sus oficinas en el hotel y una buena parte de los periodistas internacionales se habían hospedado ahí. Con mi responsable de las FPL vimos convenía hiciera lo mismo, para proteger mi cobertura de prensa.
De inmediato me di a la tarea de convencer a un grupo de periodistas. Les decía tenía información de que en dos horas iban a iniciar los combates. Reuní a una quincena de periodistas y nos desplazamos en tres carros a los barrios. A las 18.30 empezaron a oírse los balazos y nos metimos a los lugares donde se oían. Hacia las 20.00 regresamos al hotel. Éramos testigos del inicio de la guerra.
Comenzaba un conflicto que costó 100,000 muertos, miles de desaparecidos, miles de huérfanos y viudas, y en ese entonces un millón de salvadoreños salieron del país, cruzando por México, hacia Estados Unidos en busca de seguridad y mejores condiciones de vida.
Después de once años de combates la guerrilla no ganó la guerra, pero el gobierno tampoco. Las dos partes se hicieron conscientes de que nunca nadie iba a obtener la victoria y que el conflicto se podía prolongar indefinidamente. De los dos contrincantes hubo responsabilidad frente a la historia y se dieron a la tarea de negociar.
El resultado fueron los Acuerdos de Paz, con la mediación de la ONU, que establecieron las reglas, para instaurar la democracia en un país que nunca la había tenido. Surgió, entre otras muchas cosas nuevas y positivas, la libertad de expresión y ahora se podía decir cualquier cosa sin aparecer al día siguiente muerto. La guerra, pese al dolor cambió al país y lo hizo para bien.
En días pasados Epigmenio Ibarra, al que respeto por su trabajo, escribió un artículo en el que compara la guerra en El Salvador con el triunfo electoral del presidente López Obrador. Por más que se le busque no hay ningún punto que identifique estas dos realidades que son absolutamente distintas. Por respeto a los miles de caídos en la guerra no deberían de hacerse estas comparaciones que faltan a la verdad y no son más que malas y emotivas licencias literarias.
Twitter: @RubenAguilar