Aunque sus orígenes se remontan a la Francia de la Edad Media, la rosca de reyes, o roscón de reyes como se conoce en España, llegó a nuestra cultura a bordo de las tres carabelas. O quizá un poco después, con el arribo de los misioneros a nuestro Continente.
Partimos y compartimos la rosca el 6 de enero para conmemorar la celebración de la Epifanía; es decir, la adoración de los Tres Reyes Magos de Oriente al Niño Dios, quienes lo encontraron en Belén siguiendo una estrella, y con ello su manifestación al mundo. Pero ¿realmente existieron esos sabios pudientes o es un mero simbolismo católico?
El único Evangelio que registra el acontecimiento es el de San Mateo, que por cierto no especifica su condición de reyes ni su número, como tampoco sus nombres ni sus razas.
Los detalles han sido añadidos con el tiempo, a través de escritos complementarios, mosaicos y pinturas, para hacerlos coincidir con los salmos y profecías consignados en el Antiguo Testamento. Como lo manifestó Benedicto XVI: “de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los dromedarios”.
Durante siglos se ha creído que la procedencia de estos misteriosos personajes era Babilonia, aunque versiones más recientes los ubican originarios de la península Ibérica. Sin embargo, el consenso generalizado es que el objetivo de la aclaración de su origen oriental fue para internacionalizar y darle más relevancia al acontecimiento.
De hecho, el número de “reyes”, sus nombres, rasgos y razas se incorporaron posteriormente para simbolizar la integración religiosa de los tres continentes conocidos en la época: Europa, Asia y África. Así mismo, los tres tesoros obsequiados al niño también están cargados de simbolismos sobre su naturaleza: oro para el rey, incienso para el dios y mirra para el hombre.
No hay registro de reinos que encabezaran esos personajes ni movimiento de séquitos para un viaje de esa naturaleza, por lo que es improbable que fueran reyes. La magia, como la hechicería, han sido mal vistas en la tradición católica, por lo que es poco probable que los protagonistas de un suceso fundacional hayan sido practicantes de esa arte. Por lo tanto, no hay certeza que fueran tres ni que procedieran del oriente, tampoco que fueran reyes ni magos.
Aunque Herodes conminó a estos sabios a que a su regreso le revelaran la ubicación del mesías, ellos adivinaron sus macabras intenciones y no lo hicieron. La posterior pesquisa del jerarca para encontrarlo es simbolizada escondiendo al niño en la rosca. La rosca es redonda, como las coronas reales, representando un ciclo sin fin de amor y paz, y las frutas coloridas referencian las distracciones y obstáculos que enfrentamos para encontrar a Jesús.
Sea cual sea su origen, partir y compartir la rosca de reyes es una bonita y deliciosa tradición mexicana que nos une en familia y nos da identidad como nación.
¡Feliz día de reyes!
Enrique Martínez y Morales
Twitter: @enriquemym