24 de diciembre de 2019
Isaías 9, 2-7; Salmo 95; Tito 2, 11-14 y Lucas 2,1-4
Esta noche bendita y gloriosa que nos envuelve en la luz de Dios, agradezco a él ser su sacerdote y sobre todo su hijo, y agradezco muchísimo el favor que me hacen de escuchar o leer lo que les comparto.
Celebrar la Navidad implica muchas cosas y muchos temas. Hoy me centraré en los pastores y cómo Jesús, el tierno, dulce y bondadoso niño, es el “Pastor de los pastores.”
La lectura del oráculo de Isaias nos recuerda el inicio del Adviento: “el pueblo que vivía en tinieblas vio una gran luz”, y hoy resuena de manera especial la expresión: “un niño nos ha nacido…”. Y con el salmo hemos asegurado respondiendo: “Hoy nos ha nacido un Salvador: el Cristo, el Señor.” Y como termina diciendo San Pablo en su carta a Tito, nosotros también podemos decir: “es la aparición gloriosa del gran Dios Salvador nuestro: Jesucristo”; cuya grandeza consiste precisamente en eso, en bajar, en descender, en venir hasta sus criaturas por amor y por su pura gracia.
Vamos a centrarnos en el pasaje del evangelio de hoy. En el marco majestuoso del emperador Augusto y de su gobernador Quirino en Siria, se ordena un censo para controlar los impuestos y a la población; José siendo de la casa y familia de David subió a Belén para ser inscrito junto con María su esposa que estaba en cinta. Estando ahí le llegó el tiempo de dar a luz y al no encontrar lugar se acomodan en el establo y el niño envuelto en pañales es recostado sobre pajas. Todo eso se dice rápido pero debió ser algo inusitado, es un parto virginal y la madre seguirá siendo Virgen. José, como buen artesano de cantera y madera tuvo algo de tiempo para acondicionar un poco el lugar para recibir al recién nacido.
El pasaje nos sorprende también como el ángel sorprendió a los pastores, que cuidaban en la comarca de sus rebaños. A ellos les anunciaron el evangelio del nacimiento del Salvador en Belén para que fueran a verlo y lo encontraron envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Hasta aquí todo nos resulta familiar y hasta de sobra conocido. Así que precisemos, los pastores son personajes importantes de la Navidad, los cuales no vivían en Belén, eran trashumantes, errantes, nómadas e iban siguiendo y cuidando el rebaño en busca de pastos. Al pasar tanto tiempo con los animales se les consideraba impuros, no eran bien visto como dice el primer libro de Samuel. Incluso se creía que eran ladrones; los fariseos no les comprarían carne ni ganado. A éstos excluidos de la sociedad es a los que se les anuncia la alegría del nacimiento del Salvador, del Hijo de Dios, que ha venido en la humildad de la carne, ya no hablará Dios desde las nubes ni en medio del estruendo de rayos, la Palabra de ha hecho de nuestra carne, se hizo hombre para hablarnos cara a cara en la ternura y dulzura de una criatura.
Ya había dicho que este año adornaríamos las Iglesias con bastones y el equipo litúrgico ha traído unos signos de pastores porque Jesús está entre nosotros como el Pastor de los pastores, él también fue excluido y ha nacido en un pesebre prestado; apenas a nacido y será un migrante a Egipto porque el rey Herodes el grande lo busca para matarlo pues teme que este niño le quite la corona de Israel que ha usurpado. Este pequeño es adorado por los pastores que glorifican a Dios y adorado por los magos que postrados le entregan sus regalos.
Todos estamos llamados a ser pastores, a no dejarnos marginar por nada ni por nadie, ser pastores que ante la presencia de los ejércitos celestiales podamos siempre glorificar a Dios porque él es quien realmente nos envuelve en su brillantez. Ser pastores significa salir de la comodidad para hacer comunidad, significa ir al encuentro de Dios que nos ama y nos llama en la tierna y dulce mirada del Divino niño recién nacido. Ser pastores significa llevar a nuestra familia, amigos y vecinos las maravillas que hemos visto, ser pastores es ser evangelizadores del amor de los amores.
Esta noche brilla más que nunca la luz de Dios para todos los hombres y mujeres que ama el Señor, porque ser pastores es estar seguros de ese amor para todos sin exclusión.
Termino con un antiguo pequeño relato de pastores. Dice que todos ellos fueron a ver al niño como les dijo el ángel. Por supuesto que se fueron llevando algún regalo para ese pequeño nacido en el establo. Pero entre esos pastores había uno muy pobre que no tenía nada para dar al niño, ni siquiera un viejo tambor. María viendo que el pastor tenía las manos vacías le pidió cargar al niño mientras ella recibía los regalos. Este relato me hace recordar a santa Teresita del Niño Jesús que dice: “al llegar ante Dios quiero tener las manos vacías sin ninguna presunción de obras, y él llenará mis manos y mi corazón con su infinito amor.”
Feliz Navidad a todos!, nos ha nacido un Salvador, nos ha nacido el Niño Dios!
Estoy feliz de ser pastor, no olviden que todos estamos llamados a ser pastores de este precioso Niño, el Niño Dios, vamos a adorarlo en el Belén de nuestro propio corazón tras la sagrada comunión!
Amén, amén, Santísima Trinidad.