En los últimos 15 años la mayor deforestación de la Amazonia brasileña fue en 2004 con 27,772 kilómetros cuadrados y la menor en 2012 con 4,571 kilómetros cuadrados, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).
El INPE es el organismo público de Brasil que realiza las mediciones oficiales con satélites y es quien en los últimos años ha dado seguimiento al comportamiento de la deforestación en la Amazonia.
Entre 2005 y 2008 la deforestación se mantuvo en un rango de 19,000 y 12,911 kilómetros cuadrados. Y entre 2009 y 2016 en 7,464 y 6,207 kilómetros cuadrados.
Salvo los años de 2013 y 2014 que fue de 5,891 y 5,012 kilómetros cuadrados respectivamente, que junto con 2012 han sido los tres de menor deforestación.
En los últimos tres años la desforestación fue de 6,947 kilómetros cuadrados en 2017, de 7,536 kilómetros cuadrados en 2018 y de 9,762 kilómetro cuadrados en 2019.
El crecimiento entre 2018 y 2019 fue del 30 %. Desde 2009 nunca había rebasado los 7,893 kilómetros cuadrados. Así la de 2019 es la mayor deforestación de los últimos diez años.
La reacción del presidente del Brasil, Jaír Bolsonaro, ante los resultados del INPE fue correr a su director. Su cese arbitrario no cambia la realidad.
El monitoreo que realiza el INPE es en tiempo real. Las autoridades brasileñas sabían lo que estaba pasando y no reaccionaron a tiempo.
En versión del ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, el aumento de la deforestación se debe al crecimiento de la “economía ilegal” de madereros, mineros e invasores ilegales que se apropian de tierras.
Los ecologistas y un sector del empresariado dedicado a las actividades agropecuarias sostienen que es posible el desarrollo económico de la Amazonia y la preservación de la selva.
Para las organizaciones ambientalistas, el responsable de lo sucedido es Bolsonaro ya que “ha eliminado la capacidad de combatir la deforestación, favorece a quienes practican delitos ambientales y alienta la violencia contra los pueblos nativos del bosque”.
En la campaña en algunas ocasiones dijo que “si llego a la Presidencia no habrá dinero para las ONG, esos inútiles van a tener que trabajar (…) Yo no voy a demarcar un centímetro de reserva indígena”. Y así ha sido.
Años atrás la evolución favorable que ha tenido el freno a la deforestación de la Amazonia es resultado de un conjunto de políticas públicas que se propusieron detenerla en respuesta a los intereses nacionales y a la presión internacional.
Bolsonaro ha dado a conocer planes que van en contra de lo conquistado por el gobierno y la sociedad como abrir a la explotación comercial tierras de los pueblos originarios ahora protegidas.
En 2020 habrá que ver si la política de Bolsonaro para la Amazonia se hace realidad o son solo discursos irresponsables y bravucones. El próximo año sabremos el resultado.
Twitter: @RubenAguilar