¿Ley Bonilla o Ley de Herodes?

Fue el sábado pasado cuando llegó a mi smartphone el video de la ex ministra de la Suprema Corte y hoy Secretaria de GobernaciónOlga Sánchez Cordero, en el que, ufanándose, le dice al gobernador electo de Baja California que había hecho una declaración importante respecto a la Ley Bonilla –que alarga su mandato de dos a cinco años- en donde afirmaba que esta es legal porque la norma está vigente.

-¡Es todo lo que necesitamos!- reviró con tono entre cínico y burlón el ahora ya en funciones gobernador. Esta escena, digna de los tiempos del príato de los años setenta, no pudo más que recordarme esa joya de la parodia mexicana dirigida por Luis Estrada y protagonizada por Damián Alcázar, La ley de Herodes.

Incluso fui tentado a ver la película nuevamente y me percaté de que, al igual que pasa con los libros, uno nunca ve la misma película dos veces. Así, en esta ocasión, la experiencia fue diferente, sobre todo por la influencia del contexto actual. La primera vez que vi este filme fue en 1999, el último año de la hegemonía priista, cuando había mucho hartazgo y enojo social, por lo que el largometraje parodiaba -o quizá no- lo más despreciable de la clase política mexicana.

Veinte años después, la escena que me fue más simbólica es aquella en la que, al percatarse de la precariedad del pueblecillo y de sus arcas públicas, “Vargas” (interpretado por Damián Alcázar) va nuevamente con el Secretario de Gobierno (Pedro Armendáriz) y le dice que le es imposible gobernar en esas condiciones, que lo mejor sería abdicar la recién encomendada alcaldía de San Pedro de los Aguaros o que, en su defecto, le hiciera el favor de cambiarlo de pueblo.

Entonces el imponente Secretario se exalta en una carcajada diabólica y le responde:

“Mira qué chingón me saliste, ¡ni madres! Aquí es la ley de Herodes, ¡o te chingas o te jodes!”.

Acto seguido se levanta de su asiento y toma una constitución polvorienta de su librero y del cajón de su escritorio saca un revolver que le entrega a “Vargas”, asegurándole que todas las facultades que ese libro adjudique al ejecutivo, legislativo y judicial son sus propias facultades y que él es la máxima autoridad. Y para finalizar el tortuoso encuentro agrega: ahora sí, ¡a ejercer la autoridad!

De la misma manera, Jaime Bonilla, con la venia de la Secretaria de Gobernación, va a ejercer por cinco años su autoridad, si es que la Suprema Corte no determina lo contrario, delineando así un rasgo más en el retrato surrealista de la 4T.

No obstante, lo que no se debe pasar por alto es que la ley no puede ser retroactiva y que los electores salieron a votar por un gobierno de dos años, no de cinco, lo que representa no sólo la violación de un principio jurídico, sino un engaño para los ciudadanos.

La mal llamada Ley Bonilla es en realidad un remake de la Ley de Herodes, en donde la Constitución es un libro viejo y polvoriento que sólo sirve para adornar los libreros o, en el peor de los casos, para hacer creer a los ingenuos que sirve de algo.

Twitter e Instagram @jorgeivand

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