Imagina que vives en un pequeño país de apenas 19 millones de habitantes, apartado geológicamente del resto de las naciones y conformado por comunidades-ciudades que se sitúan entre dos barreras naturales; por un lado, la cordillera más grande del mundo (los Andes), por el otro, el inmenso océano pacífico.
Esa tierra posee paisajes hermosos, en un mismo día puedes disfrutar de una mañana fría en las orillas de un lago en las faldas de las montañas, mientras que por la tarde puedes tomar el sol en una playa de aguas serenas y arena firme y compacta.
Tus padres te han contado que crecieron dentro de un régimen militar que reprimía y exterminaba cualquier tipo de expresión social diferente a la ideología imperante, pero que propiciaba cierto orden y estabilidad en el ámbito económico. De hecho, tu abuelo afirma (con cierto orgullo y melancolía) que todo era mejor en esos tiempos.
Esa discusión ha sido frecuente en la sobremesa de tu casa, lo que ha ocasionado que tu abuelo sea un poco segregado del círculo familiar. Tú no entiendes por qué es tan importante ese anacronismo.
Constantemente escuchas quejas de que todo es más caro que antes y que los salarios no alcanzan. De hecho, sientes un poco de culpabilidad, pues desde que entraste a la universidad (que no es pública) observaste cómo se fueron terminando ciertos “lujos” en la familia, como comer en un restaurante los fines de semana o salir de vacaciones una vez al año.
Tus maestros te cuentan que después de la caída del duro régimen militar, y como respuesta a tantos años de represión, el país transitó hacia la democracia a través de gobiernos socialistas de izquierda. En estos últimos tres procesos (la dictadura, los gobiernos de izquierda y ahora de derecha) se han privatizado la mayoría de los servicios y bienes públicos; la salud, la educación, las comunicaciones, la banca, las pensiones etc.
Por cierto, tu abuelo, que fue supervisor en una empresa minera, se dedicó a trabajar treinta años en espera de su jubilación, la cual llegó con una sorpresa: no alcanzaba ni para pagar sus gastos básicos. Por este motivo hoy vive en la casa de tus padres, enfermo de cálculos biliares y esperando (desde hace cinco meses) que el sistema de salud programe su operación, frustrado por el engaño del que fue víctima toda su vida a manos de un sistema político-financiero rapaz y mentiroso.
Aunque termines la universidad, no es seguro que encontrarás un empleo. Te preguntas si quieres seguir en ese ambiente de carencia y desigualdad. Porque si algo ha provocado las privatizaciones en Latinoamérica, es precisamente concentrar la riqueza y democratizar la miseria.
Por si fuera poco, hace unos días el gobierno anunció un incremento en el precio del transporte público, lo que ha provocado que muchos chilenos se manifiesten en las calles, generando disturbios y represiones. “No es por los treinta pesos”, dicen los manifestantes, “es por los treinta años”.
Tu abuelo se ha puesto su casco de minero y se dirige a la puerta:
¿A dónde vas abuelo? -preguntas.
Y él responde: “Voy por todo lo que nos han quitado, ¡sobre todo por nuestra dignidad!”
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