Con tantas distracciones que enfrentamos en nuestras agitadas vidas hemos perdido la capacidad de pensar. Esos diálogos internos y encuentros con uno mismo no solo nos relajan el cuerpo y fortalecen el espíritu, también nos inspiran y son la mejor forma de generar ideas.
Que el conocimiento verdadero está dentro de nosotros mismos no es una idea nueva. Sócrates lo propuso hace más de 2,600 años e implementó un método de enseñanza dialéctico que sigue siendo utilizado hasta nuestros días, mediante la obtención de las respuestas provenientes de la lógica y deducciones internas.
Las ideas, al final de cuentas, son conceptos abstractos que tienen que verbalizarse o escribirse para materializarse. A pesar de eso, pueden llegar a tener un gran valor. Tanto así que los gobiernos han implementado políticas para la protección intelectual en aras de incentivar la innovación y el emprendimiento.
Tomemos el caso del iPhone más reciente, el 11 Pro, que puede llegar a costar, en su versión más completa, alrededor de 36 mil pesos. Supongamos que lo desarmamos y dividimos todos sus componentes y materiales. Nos encontraremos con unos 30 gramos de litio proveniente de la batería, unos 25 gramos de plástico, 20 de vidrio y 15 de cobre, cromo y aluminio, entre muchos otros, como oro y platino en montos más pequeños.
Si llevamos esos materiales y los vendemos a precio de mercado, no recibiremos más de 50 pesos por todo. Es cierto que para producir y llevar al punto de venta ese dispositivo inteligente participaron trabajadores, empacadores, choferes y vendedores, entre otros. Aún así, si prorrateamos el sueldo de todos ellos no agregan más de 70 pesos por unidad.
Es decir, el costo de materiales y mano de obra de un iPhone de última generación es solo de alrededor de 120 pesos. Los otros 35,850 pesos son para los dueños de la idea.
Las ideas pueden llegar a valer mucho. Aunque antes hay que generarlas, luego sacarlas de nuestra cabeza e implementarlas. Para lo primero debemos dormir bien, oxigenar el cerebro con ejercicio y leer libros y artículos sobre nuestros temas de interés, para establecer fuertes cimientos y generar ese momento de “eureka”.
Para lo segundo, se requiere voluntad, esfuerzo y disposición a aventurarse. Las ideas arrinconadas en el fondo de nuestra cabeza no sirven de nada. Hay que tomar el riesgo. Como decía Óscar Wilde: “una idea que no es peligrosa no es digna de llamarse idea”. Las ideas puestas al servicio de la humanidad y de los mercados cambian vidas, comenzando por la nuestra.