Como el amable lector sabrá, a partir de la sentencia del Tribunal Supremo de España, en la que se determina la responsabilidad penal de varios políticos catalanes por contravenir la Constitución Española al declarar la independencia de Cataluña, hemos sido testigos en prácticamente todo el mundo, a través de los medios de comunicación, de imágenes de violencia en la capital de la Comunidad Autónoma de Cataluña, a favor justamente del independentismo.
¿Cuál es el trasfondo de este asunto? Desde mi punto de vista es la lucha de un pueblo contra los fantasmas del pasado. Y con esto quiero decir que, no están peleando por la independencia de la España actual, próspera, moderna y democrática, sino contra la España franquista que sí, efectivamente reprimió, violentó y asesinó, pero no solo catalanes, sino a los españoles en general.
Cuando escucho a las personas comentar sobre Cataluña, los no españoles, la mayoría simpatiza con la causa catalana, pues entienden, con su limitado conocimiento de causa, que tendrían derecho a la libre determinación por ser “diferentes” al resto de España. Por hablar otra lengua y en “apariencia” tener otras costumbres. Algunos se aventuran a reconocer la supremacía futbolística del equipo de la ciudad Condal, el Barcelona.
Las imágenes por televisión parecieran que de verdad Cataluña estuviera ante un enfrentamiento civil de grandes dimensiones, casi al borde de una guerra civil (palabra que cala en los huesos de cualquier español con un poco de memoria histórica)
Es difícil ver con claridad desde dentro, lo es mucho más complejo desde fuera, o viceversa. Lo que sí que puedo percibir es que el proceso en Cataluña ha traído como consecuencia, una atmósfera de victimismo que siempre vende. Por naturaleza, las personas reaccionan de manera empática frente a las víctimas. Por otro lado, los amantes de la mano dura, son seducidos por la tentación de volver al pasado cuando nada cambiaba y dónde nadie tenía derecho a opinar sino era en favor del caudillo.
Superar un trauma personal resulta complicado, ahora multipliquemos por millones de personas y sumemos a nuestra ecuación años de represión política y falta de libertad democrática, ¿Qué resulta? La seductora idea del independentismo catalán.
Pero no es que desde 1978 cuando se proclama la constitución española y comienza un nuevo periodo democrático en España, no se haya hecho nada respecto a la represión del gobierno franquista en España. Vienen a mi mente un par de ellas, por cierto obra del Partido Socialista Obrero Español: la ley de la memoria histórica que pretendió borrar los nombres de calles de los cómplices del caudillo, o la última, la inminente exhumación de los restos de Francisco Franco, ambas como símbolo de que en España no se olvidó y que efectivamente, se vivió un periodo de represión y una falta de democracia abrumadora en un mundo europeo que se modernizaba, mientras que en España, se detenía el tiempo, al menos con relación a la evolución de la democracia.
Pero España con todas y cada una de sus comunidades autónomas, incluida Cataluña, supo sobreponerse, económicamente el crecimiento fue ejemplar para los países de la Unión Europea; supo fortalecer sus instituciones, es decir, las reglas del juego y los actores que las ponen en marcha, para construir una de las democracias más estables del mundo.
De ahí que quiero concluir, que la represión no fue exclusiva para los catalanes o vascos, fue para todos, para cualquiera que no pensara igual a los líderes del “régimen”. A pesar de ello, las Españas, diversas y plurales reconstruyeron una democracia ejemplar, unas instituciones que son las reglas del juego y que siempre pueden ser cambiadas, pero todo deberá ser por los causes institucionales para mantener la paz y la solidaridad de los pueblos que han caminado juntos durante siglos.
Cuando caminamos solos, podemos llegar más rápido, pero, cuando caminamos juntos, llegamos más lejos.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
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