El pasado viernes 11 de octubre del año en curso, el Fondo Monetario Internacional disminuyó la expectativa de crecimiento económico para México y para la economía mundial. Para México en este 2019 pronostica un crecimiento del 0.4% y para el 2020 un 1.3%.
Aún así parece que las expectativas son altas considerando el decrecimiento de la industria mexicana y el descenso tan importante, por no llamar dramático, de la inversión pública que va muy de la mano de la inversión privada.
Para la economía mundial, las expectativas de crecimiento disminuyen al 3% para este 2019 y del 3.4% para el 2020. Es decir que el crecimiento de México estará en ambos años muy por debajo del crecimiento mundial. Cosa que no debería preocuparnos tanto salvo que el mismo secretario de hacienda sí esta preocupado por esta cuestión, para ser exactos, “eso lo mantienen despierto por la noche”, dicho textualmente por él.
Imagínese usted si el secretario Herrera está preocupado, los mexicanos en general deberíamos estarlo aún más. Y es que esta falta de crecimiento, aunque no es que sea irremediable, la política económica que el presidente López Obrador pretender desarrollar no da signos de por dónde sí y por dónde no. Esto va justamente relacionado con el informe del FMI dónde señala que parte de este nuevo pronóstico tiene su origen en dos puntos importantes: 1) la falta de claridad de la política económica del presidente y que genera incertidumbre y; 2) la alta tasa de referencia del Banco de México que hace que el dinero sea más caro y haya menos dinero circulando en el mercado mexicano.
Pero para terminar de comprender la gravedad de este asunto, nos encontramos además de, a las puertas de una desaceleración económica mundial, en medio de una guerra comercial muy agresiva por parte de Estados Unidos contra el resto del planeta. Y esto, sin duda alguna, terminará por afectar a la economía mundial y en particular a la mexicana.
El reto para la actual administración será oponerse a las resistencias del mercado y de los organismos financieros internacionales contra los dichos y hechos de una política económica sin forma que genera incertidumbre y poca confianza para los mercados. Es decir, que ese discurso de acabar con el neoliberalismo tendrá que hacerse de otra manera, si es que ya se está haciendo, para que el pueblo de México no salga perdiendo en este momento de la economía.
O, dicho de otra manera, menos discursos, menos politiqueo y más toma de decisiones para México a las puertas de la tempestad económica que será con toda seguridad una crisis complicada en la que se verán afectadas las familias mexicanas.
No niego que el modelo económico “impuesto” por los organismos financieros internacionales haya acentuado parte de las profundas desigualdades económicas entre los habitantes sobre todo de países en vías de desarrollo como México. Pero tampoco veo una opción viable a corto plazo para mantener estable la economía mexicana.
La cuestión es que el gobierno de México tampoco está claro en lo que quiere hacer, porque para lo que puede, no tiene mucho margen de maniobra. O seguimos con la dinámica inercial de los mercados, previniendo las alarmas del FMI, aumentando en parte, el gasto público, o la pagaremos muy caro. El tiempo sigue su marcha.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
Correo: cgonblanc@aim.com