Este XXVI domingo y 20 de septiembre celebramos a los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Ayer se ha anunciado que nace una nueva provincia eclesiástica y Toluca ha sido elevada a Arquidiócesis, motivo por el cual se tocaron las campanas de todas las Iglesias al medio día.
La primera lectura tomada del profeta Amós (6, 1.4-7) nos hace reflexionar acerca de los que acuden al templo y cobijados en la seguridad que los hace sentir invulnerables banquetean de forma rica y suntuosa con lo cual se nos recuerda que la comunión con Dios se hace de modo completo cuando asistimos a los hermanos en desgracia. Y esto nos prepara para el pasaje del evangelio.
La lectura de la primera carta de San Pablo a Timoteo (6, 11-16) advierte sobre vivir la sana doctrina de la fe, de otro modo no sabrá enfrentar los males y vicios que acechan.
Y el pasaje del evangelio de san Lucas continúa advirtiendo acerca del mal uso de los bienes materiales (16, 19-31).
Aclaremos un poco, la doctrina sobre la antigua creencia de la retribución, cómo se lee en el libro de Job, aseguraba que quien cumplía los preceptos de la Ley recibía en esta vida salud, bienes, riquezas y una gran familia. Por el contrario los pecadores se veían enfermos y empobrecidos. Lo cual fue difundido ampliamente por los saduceos que eran latifundistas, comerciantes y materialistas, y no creían en la resurrección ni en Los Ángeles; en cambio los fariseos si. Y Jesús se dirige a ellos con la parábola sobre el mendigo Lázaro y el rico que vestía con lujo, banqueteaba espléndidamente y canturreaba. A la muerte de ambos se invierte su situación. El mendigo Lázaro recibe bienes y el Rico males.
La muerte y la resurrección de Jesús impulsa todo el obrar cristiano por lo cual todo fiel cristiano está invitado a superar todo obstáculo y barrera que impida la solidaridad, “nadie es tan pobre que no tenga nada que te dar, no nadie tan rico que no tenga nada que recibir.”
No hay tiempo de posponer la justicia para después de la muerta, las buenas obras hacia los pobres, enfermos y vulnerables no puede esperar. Mañana será tarde, demasiado tarde. Soy testigo de la pobreza en que viven personas y aun desde su pobreza son generosos con otros aún más pobres, por mencionar algo dos mujeres vecinas y muy pobres comparten lo poco que tienen; una persona que estaba en abandono total con llagas y escaras que se le ven las vértebras lumbares, y es cuidada y atendida con amor por otra familia en situación de pobreza; y ni qué decir de otra persona cuyo abandono e inmovilidad le llevó a vivir la inanición y ser llevada a un hogar de otros tan vulnerables como este afectado. He sentido la impotencia humana y al mismo tiempo la grandeza de Dios dando sus dones y bendiciones a quienes aún no teniendo mucho por ofrecer no abandonan a quien está en peor situación que ellos.
Finalmente, pregunto qué hacemos con los bienes que poseemos! Los pobres no pueden esperar. El bien que hagamos no puede ser hasta el más allá. Quienes hora tienen bienes ayuden a resolver los males.
Amén, amén, Santísima Trinidad.
*El Autor es Profesor en la Universidad Autónoma del Estado de México.
Estudió Sacerdote y Especialidad en Bioética en U.A.E.M.
Estudió en el Seminario Diocesano de Toluca.
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