Crímenes contra la Naturaleza

Levantar la voz por la selva amazónica es una obligación ética y política. El feroz incendio que desde hace tres semanas azota a esa región de Brasil tiene un impacto crucial para el futuro de la humanidad. Esta área tropical que es la más grande del mundo, produce el 20% del oxígeno del planeta, además de preservar una enorme biodiversidad así como distintas especies endémicas. La Amazonia es el hogar de tres millones de especies naturales y animales. Los incendios están directamente relacionados con una deforestación promovida por los humanos lo cual indica el carácter intencional de los mismos, con el objetivo de arrebatar terrenos a la selva y a los indígenas para despejar espacios destinados al cultivo y la ganadería. Los enormes incendios que flagelan a los estados amazónicos también impactan a otros países como Bolivia, Paraguay y Perú. Preservar la selva amazónica es de gran relevancia para mitigar el calentamiento global que actualmente afecta irreversiblemente a nuestro planeta.

Mientras que los incendios causan la muerte de miles de animales que habitan en esa selva tropical, el presidente Jair Bolsonaro, un derechista demagogo impulsor de una irracional política de austeridad, evidencia que su gobierno carece de una estrategia ambiental que no incluye el desarrollo sostenible ni sustentable. Cuando tomó posesión a principios de este año prometió abrir la selva amazónica a la industria agro-ganadera y minera, desregulando leyes medioambientales y de protección a las comunidades indígenas. Además, su Ministro de Medio Ambiente sostiene que el cambio climático es un engaño marxista, afirmando que: “es una bobada decir que el Amazonas pertenece a toda la humanidad”. La reacción del gobierno brasileño ante la emergencia no sólo ha sido torpe y tardía, sino que ha generado indignadas protestas por parte de los diferentes grupos indígenas que habitan en esa región selvática, de la Iglesia que exige acciones concretas frente a la tragedia, de los ciudadanos que reclaman por la indolencia de sus autoridades, así como de la comunidad ambientalista y científica mundial. La gravedad del problema es tal, que se introdujo en la agenda de la reunión del G7 que se lleva a cabo en Francia, lo que hace prever alguna intervención internacional.

Tiene mucha razón el filósofo, teólogo y ecologista brasileño, Leonardo Boff cuando afirma: “dado que todo se globaliza, la sostenibilidad, más que cualquier otro valor, debe ser también globalizada. Si somos capaces de mirar el futuro de la humanidad y de la Madre Tierra con los ojos de nuestros hijos y nietos, inmediatamente sentiremos la necesidad de preocuparnos por la sostenibilidad y crear los medios necesarios para implementarla en todos los campos de la realidad”. Ella se refiere al conjunto de procesos y acciones destinados a mantener la vitalidad y la integridad de la naturaleza y la preservación de sus ecosistemas, con todos los elementos físicos, químicos y ecológicos que posibilitan la existencia y la reproducción de la vida de las generaciones actuales y futuras, así como la continuidad, la expansión y la realización de las potencialidades de la civilización humana en sus distintas expresiones. La sostenibilidad aparece como una cuestión de vida o muerte. Nunca antes a lo largo de la historia habíamos observado tantos riesgos contra nuestra supervivencia, como los que actualmente amenazan el futuro común de la humanidad.

@isidrohcisneros 

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