En los más de 18 años de campaña, el ahora presidente López Obrador tuvo mucho tiempo de pensar lo que haría si llegaba a la presidencia de la República. En ese tiempo, a veces con lenguaje críptico y otras muy claro, dijo lo que se proponía hacer una vez que estuviera en el poder.
El presidente actúa bajo los señalamientos de un Plan maestro que es la guía que conduce la acción del nuevo gobierno. No hay, como algunos piensan, improvisación u ocurrencias. Existe claridad de propósito y de los medios para lograrlo.
López Obrador trabaja en la restauración del presidencialismo y el regreso del régimen de partido de Estado. Es el esquema que aprendió como militante del PRI y en el no solo se siente cómodo, es su referente ideológico, sino que está convencido que el país lo necesita.
En ese modelo el titular del Ejecutivo controla a los otros poderes y no tiene ningún contrapeso. Implica también que el partido en el gobierno vuelva a ser partido de Estado. Fuera de su gravitación no debe moverse ninguna fuerza política y social.
El presidente plantea que se requiere ese poder centralizado solo en él, para poder regenerar y salvar al país y también, para redimir al pueblo bueno y pobre que siempre ha sido víctima de los poderosos. Para definir su propósito y animar la acción utiliza el lenguaje propio de las iglesias evangélicas pentecostales.
A nivel político el proyecto requiere acabar con los órganos autónomos del Estado y las organizaciones de la sociedad civil. Para él ambas son una amenaza a su autoridad centralizada. En estos meses se ha dedicado a descalificar y desmantelar estas estructuras que son fundamentales en la democracia.
Controla ya la Cámara de Diputados, pero no la de senadores. En ambas cámaras hay un trabajo sistemático, para por diversos medios (compra, dádivas…) seguir ampliando la base del partido hasta obtener la mayoría calificada en el Poder Legislativo, para sujetarlo al Ejecutivo.
El presidente tiene bajo el brazo una iniciativa de ley, para ampliar con cinco magistrados más la SCJN con objeto de garantizar la mayoría de los votos. Hasta el momento la iniciativa se ha detenido en espera de que surja el momento adecuado para enviarla.
La soberanía de los estados, es parte del plan, está siendo socavada. La dependencia de éstos a los recursos de la Federación es total. Cierto que en algunos estados más que en otros. Al mismo tiempo, con dinero del gobierno, se construye en todo el país la nueva base electoral de Morena, el partido fundado por el presidente.
La operación del Plan maestro está en marcha. Queda por ver si López Obrador logra su propósito o las fuerzas políticas y sociales que no están de acuerdo con la restauración del viejo régimen son capaces de frenarlo. Lo que está en juego es la democracia y el futuro del país.
Twitter: @RubenAguilar