El día 31 de julio del año en curso, el presidente López Obrador en su tradicional conferencia de prensa señaló que México no entró en recesión en el segundo trimestre del año.
Y sí, tiene razón, hemos crecido 0.1 %. Para efectos prácticos no hemos crecido. Aunque el presidente señaló muy apegado a su estilo: “no les funcionó los pronósticos a los expertos”.
De acuerdo con cifras del INEGI, el crecimiento se vio impulsado sobre todo por los servicios y esto tiene que ver que nos encontramos en un periodo vacacional, de tal manera que este “crecimiento” no responde a un crecimiento real considerando que la industria, la agricultura y la ganadería no crecieron, incluso estas dos últimas cayeron, cosa que no va de acuerdo con una de las promesas de campaña del presidente: la soberanía alimentaria, es decir la no dependencia de las importaciones. Si la producción de alimentos en el país no crece, la dependencia alimentaria continuará. Solo es sentido común.
El presidente López Obrador vendió esta “no recesión” como un logro. Con su estilo de confrontación muy peculiar que no atiende al fondo del asunto, el bienestar de la población, ha conseguido demostrar que el beisbol es lo suyo, batea y batea mientras que los lanzadores, agotados de insistirle en que la cosa no va bien, se despistan y se enganchan en discusiones estériles.
He dicho en varias ocasiones en esta misma columna de reflexión que el presidente de México no tiene como prioridad a la economía, particularmente la macroeconomía, la de los números que indican como vamos de manera global y sus razones son interesantes e incluso resultan lógicas de acuerdo con la historia, sin embargo, no dice como corregirá los errores “macroeconómicos” del pasado, esto es, si el “neoliberalismo” no funciona, ¿entonces qué si funciona? O cual será la alternativa, cual será el plan o los pasos que se darán para alcanzar el bienestar.
Por lo visto tampoco lo tiene claro el presidente, lo que sí dice, y que está haciendo es someter a la economía al poder político cuando dice que “no es posible dejar el manejo de la economía a un economista, ya que sería como dejar la paz de un país a un militar”. Argumentando que es él y su “gabinete político” el que tiene que dirigir al país en materia económica. La cuestión que aquí se plantea es que no es posible que las decisiones económicas sean sólo exclusivamente de naturaleza política y social, porque el mercado también existe y nos guste o no, genera presiones, y esa presión puede ser catastrófica para México.
El presidente desdeña la economía, e incluso a veces la considera como enemiga de los pobres y de todos los males de México. Prueba de ello es que minimiza cada vez que puede los indicadores macroeconómicos. Pero una cosa es el modelo económico y otra la economía.
Negar la realidad del mercado puede costarnos muy caro, no digo que el presidente no tenga cierta razón en algunos de sus dichos con relación al modelo neoliberal, sin embargo, desdeñarlo es un acto de inmadurez política e histórica.
La famosa austeridad republicana en la que no se gasta para ayudar a otros puede ser de utilidad cuando de verdad se alcanzará un equilibrio social entre los que menos y los que más tienen, sin embargo, para ello también es necesario que pensemos como ricos y no como pobres. A la gente se le puede regalar dinero para promover la autonomía, pero no van a cambiar su mentalidad, histórica de dependencia. Mientras pensemos como pobres, nada cambiará. Por ello hay que pensar en grande, para transformar verdaderamente a México.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
Correo: cgonblanc@aim.com