La vaquita marina es el cetáceo más pequeño que existe y habita exclusivamente en el norte del Mar de Cortés. Son mamíferos muy parecidos al delfín, con aletas proporcionalmente más grandes y la característica de poseer labios y el contorno de los ojos de color oscuro, como pintados, que los hacen parecer elegantes y alegres.
Pocas son sus razones para estar felices, pues la especie se encuentra en alarmante amenaza de extinción. En 2015 su población se estimaba en menos de un centenar. Actualmente, subsisten entre 10 y 15. Su hábitat ha sido declarado Patrimonio Mundial en Peligro por la UNESCO.
La vaquita marina no es el objetivo de los pescadores. Las atrapan cuando pescan la totoaba, un pez con el que comparten hábitat y cuya vejiga es muy cotizada en los mercados asiáticos por supuestas propiedades afrodisíacas y curativas. Un kilo de esta víscera puede comercializarse hasta en 20 mil dólares, por eso la llaman la “cocaína acuática”.
Para quienes creen que la extinción de la vaquita marina sería solo un ecocidio más de la humanidad, o no se sienten afectados por esta tragedia, les tengo una mala noticia: su aniquilación tendría consecuencias negativas para México y su economía.
Primero, porque el asunto ha llamado la atención internacional, sobre todo en Estados Unidos, donde se produjo y exhibió la cinta “Sea of shadows” (Mar de Sombras), documental que revela la participación del crimen organizado y la abulia nuestra al respecto. Por tanto, si no actuamos para impedir su extinción, México quedará ante los ojos internacionales como un país de bárbaros e inseguro para la inversión.
Segundo, Estados Unidos no tardaría en imponernos embargos a la pesca en general, como lo hacen con el camarón que no es de granja y como lo hicieron durante muchos años con el atún por la mortandad colateral de delfines. Son los pretextos, socialmente justificables, que busca el gobierno norteamericano para reducir su déficit comercial con México.
El problema es económico y muy enfocado. Son unos cuantos miles de pescadores con quienes hay que trabajar alternativas de subsistencia. Es solo un rinconcito del Golfo de California al que debemos prestar más atención. No podemos dejar a las autoridades solas en esta cruzada, debemos actuar y apoyar todos como sociedad.
Si hacemos lo correcto, generamos los incentivos correctos y logramos salvar la especie, seremos héroes internacionales, ayudaríamos a la economía mexicana y abonaríamos al ánimo nacional.
¿Qué nos falta, entonces?