A propósito de la renuncia del ministro de hacienda Carlos Urzúa y otras renuncias de primer nivel en el gobierno del presidente de México López Obrador, resaltan algunas posibles formas y fondos sobre cómo será su sexenio y para donde parece que nos dirige.
Y subrayo el parece porque queda probado que ni siquiera los mismos funcionarios públicos del gobierno saben por dónde imagina su administración el presidente López Obrador.
El tema económico resulta muy relevante de cara a que el horno no está para bollos y que las señales que hemos (todos como país) lanzado al mundo sobre la estabilidad macroeconómica no son claras y están generando incertidumbre.
Pese a todo esto, la economía no termina por “caer” y eso es bueno. La inflación se mantiene más o menos equilibrada, la inversión, aunque a la baja, no termina por ser representativa, el peso se mantiene sólido frente al dólar y la deuda pública, de acuerdo con cifras del gobierno se mantiene en crecimiento cero.
Todas estas señales son un síntoma de que el ahora ex ministro de hacienda estaba haciendo bien las cosas. El ahora encargado de despacho, y pendiente de ratificar por parte del Congreso hará las cosas muy similares a su antecesor, pues tiene una formación más o menos similar a la de Carlos Urzúa. De hecho, los mercados lo recibieron bien y parece que genera confianza. La pregunta es: ¿hasta qué punto puede volver a suceder lo que sucedió con el ministro Urzúa, es decir, podrá también renunciar en algún momento Arturo Herrera, virtual ministro de hacienda?
Me pregunto esto porque el presidente López Obrador, visto lo visto, no tiene la intención de cambiar su línea de trabajo (cualquiera que esta sea) con relación a su forma de hacer política.
Me explico, por un lado, el presidente genera un discurso de izquierdas, progresistas, por otro lado, intenta transformar con la recentralización de la administración pública; con la ayuda de las iglesias evangélicas pretende (evangelizar) transformar consciencias con su cartilla moral; y finalmente en la economía, no parece que vaya a haber muchos cambios con relación a gobiernos pasados. Eso sí y como lo señalé en ediciones pasadas de esta columna, la economía no es tan importante como lo es la política.
¿Gana con la izquierda y gobierna con la derecha?
El tiempo lo dirá, lo cierto es que a 7 meses de haber ganado la elección el gobierno y su liderazgo no termina por cuajar, al menos no para la mayoría de los mexicanos. Y de hecho su popularidad y aceptación van a la baja. Las promesas de campaña parece que tendrán que esperar un poco, como sucede en prácticamente en todas las democracias del mundo occidental o prooccidental después de una campaña política.
Uno de los pendientes más importantes es la seguridad. ¿Qué tanto es lo que exageran los medios y que tanto es la incompetencia del gobierno? Complicado de saber, sin embargo, el presidente como es su estilo intenta descalificar y minimizar todo lo relacionado con lo que van en contra de sus dichos. Y eso tiene algunos tintes de intolerancia.
En lo personal, y a manera de ejemplo, la descentralización de las Secretarias de Estado fue una de las propuestas que me convenció y de la que no se habla. Además de otros proyectos que pretende desarrollar como lo es su refinería, proyecto en el que su virtual Secretario de Hacienda no esta acuerdo.
Recordemos que las decisiones de hoy, 2019 pegarán en 2 o 3 años en la economía y en la democracia mexicana.
Una vez más, la realidad superó a la ficción. Típico de México.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
Correo: cgonblanc@aim.com