Tras abrir Dior con la interrogante: París. ¿Es la ropa moderna?, en su desfile de alta costura en París, se observó una figura arquitectónica de la Antigua Grecia, las cariátides, para rendir homenaje a las mujeres que llevan el peso del mundo.
A esta pregunta que se hizo en los años 1940 el artista estadunidense Bernard Rudofsky, la directora artística Maria Grazia Chiuri parece aportarle la siguiente respuesta: lo clásico se reinventa y su desfile “en negro” en la sede histórica de Dior, en el número 30 de la elegante avenida Montaigne, dio fe de ello.
La diseñadora recuperó el peplo, una túnica femenina de la Antigua Grecia, para convertirlo en vestidos de noche brillantes, asimétricos o combinados con camisetas de rejilla.
También se apropió de la sandalia espartana para confeccionarla con materiales elásticos. La mujer camina plana, con una fina suela cosida a unas medias de fantasía, como si pretendiera declarar la muerte del tacón.
En su página Instagram, Dior se refirió a las cariátides, esculturas que aguantan los antiguos templos griegos y decoran algunos edificios parisinos, como unas “figuras femeninas que siempre han llevado el peso del mundo”.
Chiuri explicó a la AFP haberse inspirado en ellas porque son “una excelente síntesis: un pilar arquitectónico que conserva un aspecto agraciado”.
La fuerza y la gracia
“Existe la creencia de que la gracia y la fuerza son contradictorias, no es verdad”, dijo previamente al desfile la diseñadora feminista, que se alió con la artista estadunidense Penny Slinger para transformar la sede histórica de Dior en un espacio surrealista con estatuas clásicas.
Los elementos como el agua, el viento y el fuego están presentes en esta colección de alta costura, que también se presentó en los bellos jardines del edificio.
Así, una modelo luce un vestido acampanado negro en el que “arden” llamas de cobre rosadas. No faltan otros toques punks como collares anchos ajustados al cuello, mientras la rejilla es reina en velos, medias y en camisetas que cubren los hombros desnudos. Abundan también los vestidos con plumas, generalmente con escotes de corazón.
La firma cerró el desfile con una reproducción dorada del edificio de Dior, una casa de muñecas que una modelo llevó a modo de vestido mini.
Chiuri, al frente de la dirección artística de la línea femenina de Dior desde 2016, recibirá este lunes la Orden de la Legión de Honor, la distinción francesa más importante.
“Estoy muy agradecida, es un reconocimiento en un país en el que la moda y la cultura tienen tanto valor… Cuando empecé, nunca imaginé que me convertiría en diseñadora creativa”, dijo la italiana.
Las alas de Van Herpen
Por su parte, la holandesa Iris Van Herpen siguió probando con los límites de la moda y se asoció en esta ocasión con el artista estadunidense Anthony Howe, creador de obras cinéticas.
La diseñadora de las formas arquitectónicas y la alta tecnología presentó la colección “Hipnosis”, una serie de espléndidas esculturas oníricas o de vestidos imposibles, que sin embargo se llevarían sin esfuerzo en cualquier alfombra roja.
Van Herpen trabaja con láser sobre todo la organza, que le permite crear piezas únicas a base de múltiples capas y plisados, de manera que sus modelos evocan a menudo misteriosas criaturas del fondo del mar.
Combina la tecnología con el arte, como las prendas que retoman la técnica japonesa de suminagashi, es decir, pintadas con pigmentos que flotan en el agua.
Pero hubo sobre todo dos looks que superaron las expectativas del público en el desfile, al que asistió Celine Dion.
El primero, un vestido ajustado de algodón blanco que se abre como dos gigantescas alas con efecto moiré, compuestas de miles de ondulaciones entrelazadas.
El segundo, llamado “Infinity dress” y que requirió cuatro meses de trabajo, parece estar vivo: se trata de un vestido corto blanco del que sale un armazón compuesto de cuatro ejes recubiertos de plumas que se mueven de forma cíclica alrededor del cuerpo, dando nacimiento a la mujer-pájaro.