La izquierda nació como una concepción y modalidad de la política derivada de los anhelos de la Revolución Francesa con sus poderosos reclamos de libertad, igualdad y tolerancia, además de la proclamación de los derechos inalienables del ciudadano. Desde entonces, la izquierda, en sus diferentes versiones, se propuso construir una sociedad del futuro, abierta a todas las voces y coincidente con el ideal del desarrollo humano. En este punto se diferenció de la derecha cuya apuesta histórica fue conservar el orden establecido, las jerarquías y las distinciones sociales. La relación de la izquierda con la democracia nunca fue fácil pero se acentúo cuando sus expresiones liberales y socialistas se alinearon con ella para combatir a las tiranías del siglo XX representadas por el nazismo, el estalinismo y el fascismo.
En México, durante años la izquierda impulsó un proyecto que cambió sus tácticas y estrategias para adoptar el camino democrático de los votos y las urnas, sustituyendo sus expresiones más radicales que apostaban por las balas y las armas. En buena hora comprendió que el cambio político sólo podría provenir de la aceptación de las reglas de la democracia. Fue un camino largo y doloroso, pavimentado por una lucha que costó cárcel, exilio y sangre. Hoy se dice que en México la izquierda gobierna. Nada más falso. Apenas con seis meses en el poder el grupo gobernante ha traicionado en los hechos, los ideales de progreso, justicia y desarrollo democrático postulados por la izquierda. Formado por incondicionales, subordinados a los caprichos del caudillo y sin criterio propio, se configura un modelo de acción típico del fanatismo político caracterizado por la improvisación, el revanchismo y el abuso del poder.
Para muestra, el caso de los temas de migración y derechos humanos donde se imponen enfoques que ninguna izquierda democrática en el mundo habría adoptado: militarización de fronteras, segregación o expulsión de migrantes, y para colmo, sometimiento a políticas xenófobas de otros gobiernos. El ejemplo de los derechos humanos evidencia políticas erráticas y desconocimiento del tema, existe un menosprecio nunca visto a las instituciones y organizaciones que los defienden. Además de los amagos al Poder Judicial, órganos autónomos y periodistas, unos incómodos por ejercer su función de garantes del Estado de Derecho, otros por defender la libertad de expresión e información. Y qué decir de los recortes presupuestarios, los despidos en la administración pública, la falta de insumos hospitalarios y el desprecio al medio ambiente. Todo esto mientras aumenta desproporcionadamente una inseguridad pública que lleva a la descomposición social.
La izquierda democrática siempre encontró un campo fértil en la esfera de la cultura, que hoy padece limitaciones de todo tipo además de fuertes controles burocráticos. La ciencia y tecnología son despreciadas, mientras que la educación superior muestra sus miserias intelectuales. Los amagos a creadores culturales, académicos e investigadores son el signo distintivo del nuevo monopolio político. En México la izquierda no llegó al poder, lo hizo el resentimiento social. Antes de que sea demasiado tarde es necesaria una recomposición de la oposición de izquierda de carácter liberal y democrático. México requiere de una alternativa política al proyecto hegemónico que amenaza su futuro. Es el momento de una izquierda moderna, laica, incluyente, tolerante y autocrítica, solidaria con otros pueblos que luchan por su emancipación y capaz de fortalecer a las instituciones para beneficio de todos.
@isidrohcisneros