Comunicar es gobernar o gobernar es comunicar. Son dos caras de una misma realidad. En la sociedad mediática en la que vivimos, en el futuro lo será todavía más, el gobernante está obligado a comunicarse. Es exigencia de la democracia y la política.
En una sociedad democrática el gobierno tiene la obligación de informar y el ciudadano el derecho a ser informado. Así, la comunicación gubernamental tiene su fundamento jurídico y político en el cruce de esa obligación y ese derecho.
De otro lado está la racionalidad política. El gobernante que no se comunica no logra posicionar la acción que realiza su gobierno, por buena que ésta sea, y al no estar presente en los medios de comunicación tienden pronto a desaparecer del imaginario público y eso reduce su capacidad de maniobra.
El comunicar es gobernar no funciona por sí mismo y requiere, es una condición indispensable, de una masa crítica de acción que muestre de manera clara que el gobierno actúa y ofrece resultados que llegan a la gente y ésta los valora como positivos.
Un presidente municipal si es un buen comunicador puede mantener una buena percepción de parte de la ciudadanía, incluso sin ofrecer resultados, entre seis meses y un año. A partir de ese momento la sola comunicación no sirve e incluso se revierte.
En el caso de un gobernador el lograr una buena percepción ciudadana, solo a través de la comunicación, y sin ofrecer claros y efectivos resultados puede funcionarle entre un año y un año y medio. A partir de ese momento deja de operar.
Un presidente puede tener una buena imagen entre la ciudadanía, solo a través de la comunicación, hasta dos años y un poco más. Después ya no sirve y puede revertirse y golpear de manera agresiva la imagen presidencial.
El presidente López Obrador es un buen comunicador y utiliza una estrategia y unos mecanismos que lo mantienen todos los días en los medios. Mañana con mañana establece la agenda de la discusión mediática. La sola comunicación le puede ofrecer resultados no más de dos años.
Necesita avalar lo que dice con una acción significativa y eso no lo está logrando. En su arranque es el sexenio más violento de los últimos 24 años, la economía no crece y tampoco el empleo. El sistema de salud vive una crisis producto de los recortes presupuestales.
El mundo de la ciencia y la cultura están indignados con los recortes al presupuesto y también está inconforme el sector de las organizaciones de la sociedad civil. Cada día que pasa aumentan los sectores que se sienten golpeados e incluso traicionados por el presidente.
Los márgenes de maniobra que tiene el presidente con solo la comunicación son todavía amplios. Le quedan todavía 18 meses, pero se le van a terminar. Le urge con acciones positivas mostrar que no solo se sabe comunicar sino que también puede ser un buen gobernante. Está por verse.
Twitter: @RubenAguilar